Dia 99, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Hablo de mucho de felicidad, de todo lo que conlleva buscarla,
alcanzarla y mantenerla. Y sin embargo ese deseo se encuentra con un obstáculo muchas
veces infranqueable cuando va más allá de nuestras posibilidades reales.
Por eso, quedamos frustrados porque no conseguimos realizar ese viaje
que anhelamos o esa marca que tanto hemos entrenado.
En esos momentos, cuando estamos delante de esa “pared”, no nos viene mal
recordar una idea que tenia Aristóteles sobre la felicidad: la forma para
llegar a la felicidad solo se puede construir seriamente si somos capaces de
reconocer lo que está en nuestras manos, y apartamos los sueños y proyectos que
no podemos alcanzar, al menos en ese momento.
No estoy diciendo que nos tengamos que rendir ante las circunstancias,
ni de renunciar a buscar y alcanzar mejoras en nuestra vida. De lo que se trata
es de reconocer que, aunque ahora no las puedo alcanzar, puedo asomarme a la
ventana y ver una bellísima puesta de sol. O si puedo saborear esa comida que
con tanto cariño he cocinado.
La felicidad posible siempre es aquella que reconocemos, gracias a la
virtud de la prudencia, como asequible y beneficiosa, que la podemos incluir en
nuestras relaciones con los demás.
Perseguir una ilusión que nos hace daño, o que nos exige un esfuerzo
que nos agota, o que incluso lleva a producir daño en aquellos que nos rodean,
es ir contra la felicidad posible, es dejarse engañar por espejismos malignos.
La verdad es que no siempre la felicidad posible se va a conseguir. Es
posible que al acercarnos a la ventana a ver esa puesta de sol, tal vez nos
encontremos, con sorpresa, que las nubes han transformado la escena y se nos va
a poner a llover.
No veremos esa puesta de sol que esperábamos para terminar de animarlos
el día. Pero podemos, al menos, disfrutar del inicio de una lluvia que
embellecerá los campos y que dará vigor a los árboles, y que de otra manera
también nos animará la tarde.
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