Día 107, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Hablar del suicidio de una persona nunca es agradable y sin embargo
resulta necesario hacerlo pues estamos ante una de las principales causas de
muerte en España.
Y no queda más remedio que hacerse preguntas pues las cosas no cuadran,
hay estadísticas que nos muestran lo bien que funciona nuestra sociedad y a su
lado nos encontramos con la gran cantidad de muertes por suicidio, algo está
funcionando mal en esta sociedad.
Podemos leer y ver todo el progreso del que disfrutamos, lo interesante
que nos resulta toda la inteligencia artificial para hacernos la vida más fácil,
lo avanzados que estamos en sanidad, la seguridad que nos rodea y que nos
permite vivir más tranquilos…etc. ¿Y para qué? Si a muchas personas y sobre
todo jóvenes la vida se les hace inaguantable e insoportable.
¿Para qué sirven todos los adelantos de nuestra sociedad si una joven quiso
poner fin al sufrimiento que padecía poniendo fin a su vida? El interior de una
persona es siempre un misterio sin fondo y lo que pasó por la cabeza de Sandra
ya nunca lo sabremos, pero lo que sí que sabemos es que de alguna manera a había
perdido la esperanza.
Ahora pensamos que nos hubiera gustado decirle que la vida merece ser
vivida porque tiene sentido, que puede ser muy dura pero que vale la pena, nos
hubiera gustado que todos los protocolos contra el acoso hubieran funcionado
bien y tenemos que procurar que siempre sean mejores y funcionen mejor. Hay que
buscar responsabilidades si las cosas se hicieron mal.
Pero no nos hagamos trampas, no existe ningún reglamento ni ningún
sistema de vigilancia, ni protocolo que conserve el gusto por la vida cuando las
cosas nos terminan yendo mal. Y aquí es donde nos tenemos que preguntar: ¿De
dónde obtuvimos el gusto por la vida? Y más importante aún: ¿cómo se lo
transmitimos a los jóvenes?
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