Dia 94, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Vivimos en una sociedad que ama el ruido, mejor dicho, le molesta el
silencio. Lo veo cuando salgo a correr, y no tanto en bicicleta. Muchos llevan puestos
unos auriculares no solo cuando practican deporte sino durante todo el día. Y
¿en cuántas casas, no está continuamente encendido el televisor o la radio para
oír algo de fondo? El ruido se ha convertido en una necesidad.
Y, sin embargo, el silencio nos permite entrar en nuestro interior;
solo así podemos pensar, reflexionar y plantearnos las preguntas que cada día
la vida nos va planteando.
Por otro lado, escuchar es la actitud por excelencia para el amor, la
amistad y para tener unas buenas relaciones con los que nos rodean. Pero para escuchar
si queremos hacerlo bien tenemos que guardar silencio. Por eso, si nuestras
buenas relaciones son ante todo escucha, solo el silencio puede despertarla. Si
lo pensamos nos daremos cuenta de que en nuestras relaciones con nuestros amigos
lo que sobre todo esperamos no es un favor, ni que nos sean útiles, ni un regalo,
sino que nos presten atención. Que presten atención a nuestra persona y no
tanto a nuestras necesidades. Servir a nuestros amigos es útil. Pero solo una
cosa es necesaria en la amistad: saber escuchar. Nuestro amigo tiene algo que
decirnos, espera que le escuchemos con tranquilidad, que dejemos el ajetreo y
nos paremos a mirarle en silencio, dándole lo mejor que podemos darle: la vida
misma. El amor requiere silencio.
Y el ruido es incompatible con todo eso, en cierto modo impide la meditación
y que escuchemos lo que nos dice nuestro interior. Hoy estamos hiper comunicados.
Los medios digitales lo permiten y nos obligan a prestarles demasiada atención
impidiendo el silencio y la tranquilidad necesaria para escucharnos. Este
ajetreo no crea ninguna conexión. Más bien aísla y acentúa la soledad. El
silencio, en cambio, es el camino para comunicarnos unos con otros y con uno
mismo.
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