Día 105, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Comentaba ayer que no solo en el mundo comercial se busca reducir a las
personas a meros clientes, sino que sucede lo mismo en el mundo de las “ideas”.
Si intento llevarte con astucias a mi forma de pensar para que te unas a ella y
la adquieras como propia, me estoy comportando como un manipulador, un
demagogo, no me comporto como un maestro ni un guía. Esto es la peligrosa
“manipulación ideológica”.
Veamos, en sentido restrictivo, una ideología es hoy un grupo de ideas políticas,
religiosas, económicas que algunos grupos mantienen, no tanto por la convicción
rigurosa de que tales ideas reflejen fielmente la realidad, sino por motivos
sentimentales e intereses de diverso orden.
El paso del tiempo nos ha mostrado que, si una forma de pensar es
adoptada y mantenida como algo inalterable por un partido político, se consigue
un sentimiento de emotividad muy fuerte, que sin embargo va perdiendo con el
paso del tiempo su poder de persuasión. Lo que la obliga a imponerse
coactivamente, o a controlar la opinión pública de forma fraudulenta mediante
los recursos de manipulación para que la gente la pueda seguir apoyando.
El que difunde sus ideas y
muestra su validez de forma abierta y sincera no es un manipulador; es un “maestro”,
un “guía”. Puede equivocarse, pero su equivocación no constituye
un “engaño”; es sencillamente un “error”.
Es interesante saber distinguir claramente lo que es una manipulación y
lo que es una enseñanza. Ya que nos podemos encontrar con personas que esquivan
orientar a sus hijos o amigos hacia ciertos valores por miedo a que se les
pueda considerar manipuladores. No deberían de preocuparse por ello. Acercar a
un niño o a un joven al circulo de influencia de los valores y mostrar sus
consecuencias no es una acción seductora que oscurezca la mente y arrebate la
voluntad. Los valores actúan con discreción. Se hacen valer y atraen por
si solos, pero no empujan. Por eso el verdadero maestro, fiel al modo
de ser de los valores, no fuerza a sus discípulos a asumirlos y realizarlos;
los lleva a su presencia, los sitúa en su área de influencia para que capten su
atractivo y su eficacia.
Tenemos un problema cuando el comerciante manipulador utiliza astucias
propias de un ideólogo creando un clima social de consumismo, y cuando el
ideólogo demagogo utiliza las técnicas de mercader manipulador para
embriagarnos con la posesión de bienes y con el disfrute de toda clase de
sensaciones halagadoras, esta complicidad contribuye al descenso de nuestra
calidad como personas pues ataca nuestro poder de discernimiento.
En fin, tenemos que aprender a ver las diferencias.
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