Dia 80, del viaje a la maratón de Valencia.
¡Buenos días!
Al conversar con algunos de mis amigos que aún se encuentran en el mercado
laboral me he dado cuenta de un detalle que me preocupa y que también puedo
observar en muchas personas que tienen aún años de vida laboral por delante.
Se trata de una sensación, solo de una sensación, pero que me preocupa.
Muchos trabajadores me parece que sienten que no se les valora en su trabajo y terminan
por no estimar ese trabajo que en otro tiempo buscaron y consiguieron con
ilusión. Se apartan de esa ilusión del principio y vienen a pensar: “al fin y
al cabo es un trabajo, sin más, hago lo que tengo que hacer, me pagan y luego
vuelvo a mi vida”.
Todos saben que esa conclusión es falsa. Y es que la mayor parte de
nuestra vida, de nuestra semana…, la vamos a pasar en ese puesto trabajo y que
no es posible refugiarse en la indiferencia.
Se puede levantar una barrera entre nuestras pasiones e ilusiones en el
trabajo y lo que se tiene que hacer en él, pero eso no funciona. Las horas cada
vez nos van a parecer más largas. Ya no se buscan los desafíos que antes
apasionaban cuando se iba a trabajar, solo queda criticar a los jefes o a los
encargados pues se piensa que ya no te entienden, que no te motivan. Cada vez
aparecen con más asiduidad unos pensamientos autocompasivos. Se duerme mal. En
fin, se está laboralmente quemado.
He visto en alguna encuesta que nueve de cada diez jóvenes y no tan
jóvenes son infelices en el trabajo. Los que están más cerca de jubilación
sufren menos.
Y yo veo ahí un problema. Se piensa mucho en los problemas que tiene la
economía mundial como la guerra comercial, la inestabilidad que presentan
muchos países, la transición energética, el desafío de la Inteligencia
Artificial. Pero eso me parece poco si se lo compara con lo que amenaza su base:
el trabajo. El profundo malestar y la falta de satisfacción de la persona que
trabaja pone en peligro los cimientos de nuestra economía. Al final siempre
aparece el problema de la persona.
¿Por qué los jóvenes se sienten más quemados en el trabajo? La
respuesta más sencilla es echar la culpa a las nuevas generaciones por haber
“perdido los valores” y la capacidad de sacrificarse: decir que cualquier
tiempo pasado fue mejor es un acto de pereza intelectual y de falta de aprecio
por el presente.
Decir que las generaciones que nos preceden no ven la realidad que les
rodea y por eso no tienen una buena relación con ella es demasiado fácil. No
basta con decir que pasan demasiado tiempo ocupados en el “yo” y que ese
narcisismo impide que se relacionen bien con el resto de la sociedad. No es
eso.
Yo lo veo al revés, el estar quemados en su trabajo es el mejor ejemplo
de que han descuidado el “yo”. Mi falta de compromiso con mi deseo de
realizarme en mi trabajo y mi falta de autoestima es lo que me impide tener
paciencia, no cansarme, no dejarme robar la energía por unos jefes y encargados
ineficientes, injustos o desconsiderados. Es el amor al “yo” lo que me permite soportar
ese cansancio y el ser libre respeto a cierta idea de lo que debo ser como
trabajador. Lo que yo deba ser como trabajador es la gran trampa.
Hay quien piensa que aumentando mis pretensiones va a solucionar el
problema, pero es que aumentando la distancia que hay entre mis pretensiones y
lo que en realidad soy no va a solucionar nada. Es precisamente lo contrario:
solo se trabaja bien cuando esa distancia se reduce a cero.
Desear ser valorado, buscar la satisfacción en lo que se hace, no es un
problema, es nuestra naturaleza y la fuente de nuestra energía. Conocerse,
mirarse y estimarse es la forma de no caer en la mezquindad y en la incapacidad
que nos puede bloquear. Estamos quemados porque hemos descuidado ese yo.
Me viene ahora a la memoria: “El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Pues ese “como a ti mismo” implica conocerse, y es lo que muchas veces nos falta en nuestro día a día.
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