Dia 83, del viaje a la maratón de Valencia.
¡Buenos días!
Una de las consecuencias de escribir en un blog e intentar hacerlo de
hábitos y cosas objetivamente buenas, es que nos guste o no, nos podemos
convertir en espejos en los que alguien se puede mirar, aunque no seamos
conscientes.
Esa entrada de ayer sobre cómo actuar en política puede ser la chispa
para que otro decida actuar de esa manera. Hay que reconocer que toda persona
lleva dentro un mecanismo personal y muy potente, que no se alimenta de ningún combustible
sólido. Su alimento es un orgullo mal entendido que nos empuja a preguntarnos:
“Si él puede, ¡por qué yo no?”. Y entonces alguien puede levantarse y empezar a
preparar una maratón o un viaje en bicicleta. Mis hábitos, mi vida, sin darme
cuenta, pueden ser la chispa que encienda la motivación de los demás.
Y, es que disfrutar de lo que hacemos es contagioso. Y lo he comprobado
personalmente. Cuando un corredor me ve emocionarme al cruzar la meta de una
maratón le puede picar la curiosidad de saber qué me emociona tanto. Puedo
afirmar que: una emoción no solo se transmite, se contagia.
De la fuerza que tiene un ejemplo y del poder de contagio se desprende que
está bien compartir los hábitos buenos que nos fortalecen, nos hacen sentir
bien y nos motivan. Hablar de un viaje que nos hizo felices, hablar de esa
opción que nos ayudó a superar un momento difícil y, sobre todo, por encima de
todo, compartir lo que sucede cuando reflexionamos, y que a pesar de que nuestros
problemas puedan seguir exactamente igual, nuestra fuerza interior y la manera
de enfrentarlos ha cambiado. Tenemos una verdadera obligación moral de
transmitir, contagiar, con sencillez, este gozo a quienes nos rodean.
¿Por qué no?
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