Día 101, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Ayer dejé en el aire muchas cosas sobre lo que significa manipular, no
le di la importancia que creo que tiene el tenerlo claro.
Y es que manipular es sinónimo de manejar. Y, únicamente son manejables
los objetos. Por ejemplo: un vaso puedo utilizarlo para mis fines, desecharlo,
situarlo aquí o allí... Estoy en mi derecho, pues se trata de un objeto. Es algo
que carece de personalidad propia por no tener inteligencia, voluntad,
capacidad creativa... Puedo, por tanto, poseerlo, dominarlo, disponer de él. Digamos,
para entendernos que pertenece a un nivel en el que no nos encontramos las
personas.
Los seres humanos nos situamos en un nivel por encima al tener inteligencia
y voluntad propia, y poder dirigir la vida según nuestro interés. Si, al tratar
a una persona, no respeto su capacidad de iniciativa y la tomo como un ser
posible, dominable y manejable a mi arbitrio, conforme a mis intereses, la bajo
de nivel, lo que significa un envilecimiento injusto.
El sadismo es un ejemplo de ello, suele pensarse que ser sádico es ser
cruel pero no es así. Quiere decir que se rebaja de nivel a una persona para
ejercer un dominio sobre ella. Para reducir a una persona al nivel de un objeto
se puede hacer mediante la crueldad o mediante cierto tipo de supuesta ternura.
Reducir una persona a condición de objeto es una práctica manipuladora sádica.
Si observamos con atención podemos ver como muchos de nuestros comportamientos
pueden esconder formas de manipulación pues convierten a la persona en un
objeto. Y si continuamos pensando veremos que las caricias también pueden
esconder una forma de manipulación, ya que, si mis caricias no son una forma de
expresar mi afecto hacia la otra persona, sino que sólo sirven para que yo
acumule una sensación placentera, lo que en realidad estoy haciendo es reducir el
cuerpo de la otra persona en una simple fuente de gratificación. Y, esta
conducta que puede parecer tierna es violenta pues quien la adopta considera el
cuerpo ajeno como un mero medio para sus fines y lo despoja de su condición
básica: ser expresión viva de la persona en la que está integrado.
Cuando se trata de una relación amorosa, lo que esta sucediendo es que el
cuerpo de la persona amada adquiere una densidad particular y prende la
atención de quienes se manifiestan su amor. Cuando dos amantes se acarician para
mostrar el amor que sienten como personas, su modo de acariciar tendrá un
carácter y un valor personal. En este caso, el cuerpo acariciado adquiere
honores de protagonista, pero no desplaza a la persona; la hace presente de
modo tangible y valioso.
Por el contrario, si lo que se intenta con la carica es producir unas
simples complacencias sensoriales lo rebajamos al nivel de un objeto, el cuerpo
como objeto invade a toda la persona. No se ama a ésta; sólo se quiere el
placer que causa su vertiente corpórea. Y ésta muestra todas las condiciones de
un “objeto”: es manejado, poseído, manipulado… De ahí nos viene esa expresión de
la "mujer-objeto" cuando una figura femenina es exhibida sólo a causa
de su belleza corpórea. Se la ofrece a la mirada como objeto de contemplación
curiosa. Con ello queda reducida a un objeto de posesión, ya que el sentido de
la vista es después del tacto el más posesivo.
Y ahora podría enredar un poco más el tema si miro la diferencia entre
seducir y enamorar, pues seducir es poseer, dominar, arrastrar la voluntad de
alguien como si fuera un objeto. En cambio, el que enamora a una persona no la
arrastra; la atrae mediante la presentación de algo valioso. Un seductor
veremos que halaga con engaños para provocar una adhesión irresistible. En
realidad, no se da ahí nunca ternura auténtica, sino reducción despiadada de
una persona a objeto. La violencia de tal rebajamiento no queda disminuida con
afirmar que se trata de un objeto adorable, encantador, maravilloso,
fascinante... Tales adjetivos no libran al sustantivo "objeto" de lo
que tiene de injusto, de no ajustado a la realidad, de envilecedor.
Como veis, empezamos hablando de un tema y terminamos en otro, y es que
resulta muy complicado no irse por las ramas cuando el árbol tiene tantas.
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