viernes, 20 de marzo de 2020

¿Para qué?

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton) 


Séptimo día de cuarentena. Ya hace una semana que no salgo de casa, y en ella se me ha marchado la maratón de Boston y ese viaje a Nordkapp empieza también a alejarse. Boston ya no volverá, al menos para mí. Nordkapp de momento se mueve, espero que no lo haga demasiado pues según todas las opiniones cruzar el círculo polar ártico y adentrase en él durante quince días, y salir en otros quince  empieza a hacerse complicado si es agosto y si te desplazas en bicicleta. Al menos es un final de viaje muy diferente y habría que cambiar una parte del material.


Nos vamos a poner a ello dentro de unos días, pero lo más inmediato es el coronavirus y todas las preguntas que sin duda nos hacemos; ¿Por qué el coronavirus, cuáles son sus causas y efectos? Podéis buscar la respuesta en un biólogo o en un médico, tampoco estaría mal consultar a un psicólogo o a un economista. Pues yo no tengo ninguna de esas respuestas puesto que no me pregunto “¿por qué? si no me concentro más en “¿para qué? ya que la respuesta está a la vista, la vemos en todos los actos de solidaridad que nos están inundando estos días, la repuesta debe ser para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo.
Parece ser que hemos vuelto a descubrir el amor, porque nos damos cuenta de lo valiosas que son nuestras relaciones, basadas en el cuerpo. Y es que el COVID 19 es una amenaza para nuestra vida común. Por su culpa tenemos miedo a estar juntos, a obrar juntos, nos aislamos...pero por contraste aprendemos a la vez el gran bien que está amenazado. Pues experimentamos que no tenemos vida si no es vida juntos. Que no podemos florecer como individuos solitarios, sino sólo como miembros de una familia, escuela, barrio... El virus desenmascara la mentira del individualismo y atestigua la belleza del bien común.
Y así después de unos días de aislamiento volvemos a descubrir el amor. También porque padecemos como nuestro el sufrimiento y la angustia de los otros. El dolor nos une. En cierto modo nos hemos contagiado todos del virus, porque se ha contagiado nuestro pueblo, nuestra región, nuestro mundo. Vienen tiempos duros para muchas personas, para los ancianos, para los más débiles. Y ese dolor ampliará entre nosotros los actos de amor al prójimo.
El aislamiento al que nos obliga el coronavirus nos permitirá razonar sobre la gran pregunta sobre el “para qué” de todo. El virus, al amenazar nuestra vida y la de quienes amamos, nos lleva a hacernos otra pregunta sobre el secreto último de está vida y de este amor. ¿Cuál es su origen y destino? Parece, que tendremos muchos días para encontrar una respuesta.

Buenas Noches. 

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