miércoles, 18 de marzo de 2020

¡No tengáis miedo!

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)


Quinto día de cuarentena, esto da miedo, en todo el día no he visto y no he querido mirar las cifras del coronavirus, hace un momento lo he hecho y me he quedado helado. Ya no se si es mejor estar oyendo las noticias o olvidarlas y dejar pasar las horas y los días, aunque lo que me más me preocupa son las semanas.
“¡No tengáis miedo!”. No es una frase bonita, ni un deseo ingenuo por mi parte, ni una huida de la realidad, sino algo mucho más profundo, se trata del grito confiado de alguien que sabe bien de donde viene el miedo. Al final, de alguna forma, todo miedo es miedo a la muerte. Tenemos miedo, vivimos con miedo, cuando la muerte se nos hace presente en nuestra vida. No es de extrañar.
“¡No tengáis miedo!”. Estoy seguro que no es una expresión nueva ni es la primera vez que la escucháis, tal vez os suene más: “No tengas miedo”, “No temas”. Y ahora más que nunca no hay que tener miedo.
Esta expresión debe ser, posiblemente, uno de los gritos más esperanzadores y revolucionarios del mundo, que se debate entre la angustia y los miedos hacia un virus que nos esta cambiando la vida.
Lo insinuaba ayer, el miedo juega un papel desalentador y destructor, por eso hemos de librar una batalla contra el miedo a que nos salga mal esta lucha.  Hay más personas debilitadas por el temor de lo que uno puede imaginarse, por eso mismo, ya que nos han enseñado a saber fracasar, a no arredrarse ante el miedo, a no dejarse bloquear, es ahora cuando con más fuerza que nunca hay que gritar: “¡No tengáis miedo!”.
El miedo no es un mal en sí mismo. Frecuentemente es la ocasión para revelar un valor y una fuerza insospechados. Sólo quien conoce el temor sabe qué es el valor. Se transforma verdaderamente en un mal que consume y no deja vivir cuando, en vez de estímulo para reaccionar y resorte para la acción, pasa a ser excusa para la inacción, algo que paraliza. Cuando se transforma en ansia.
Voy a dejar de describir nuestros miedos de distinto tipo y voy a intentar ver cuál es el remedio para vencer nuestros temores. El remedio lo podría resumir en una sola palabra: confianza. La misma confianza que tiene un niño con su padre, la raíz de los temores de un niño es encontrarse solo, ese miedo a ser abandonado. Y nosotros sabemos que no vamos a ser abandonados por nuestro padre, tenemos esa seguridad.
Pero, no podemos sin embargo dejar el tema del miedo en este punto. Resultaría poco próximo a la realidad. Si volvemos al niño, veremos que un padre lo primero que quiere es librarlo de los temores y hará lo imposible para que así sea. Pero no tiene un solo modo para hacerlo; tiene dos: o le quita el miedo del corazón o le ayuda a vivirlo de una manera nueva, más libremente, haciendo de ello una ocasión de superarse y ser mejor.
Elijamos el modo que queramos o mejor los dos y que, el miedo, especialmente el de la muerte, tenga el poder de levantarnos en vez de deprimirnos, de hacernos más atentos a los demás, más comprensivos; en una palabra, más humanos.

Buenas Noches. 

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