“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Decimoséptimo día de la cuarentena y nuevo récord, esta
vez de muertos, un desastre al que aún no se le ve el final. Paciencia, y como
dice el refrán: “No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista”.
Pasará, seguro, pero mientras tanto el COVID – 19 me ha
quitado los encuentros y las risas de los cafés de media tarde y el contacto físico,
me ha quitado las reuniones, los paseos en bicicleta y salir a correr.
Me ha robado muchas cosas y lo comprendo, me ha parado en
seco. Existe un bien más grande que esa felicidad superficial que me dan esas
pequeñas cosas. Esa felicidad de estar yo bien, sin problemas, ese afán mío por
tener, por hacer, por lograr. Ese sueño tan humano, tan de tierra.
El coronavirus me lo ha quitado todo de golpe. Y me ha
llevado a cuidarme para cuidar a otros. Y yo estoy contento. Porque si algo no
puede quitarme es la alegría y la esperanza. No puede conseguir que mi vida
pierda su sentido. No puede, obligándome a quedarme en casa que pierda mi
sonrisa.
No ha podido parar la llegada de la primavera, ni apagar
los aplausos para los que están dando su vida por salvar otras vidas. No puede,
tampoco, anular mi escasa creatividad para ocupar alguna hora en escribir las
“Buenas Noches”. No puede ensombrecer mi ánimo. Continuaré contando cosas,
soñando mis sueños y preparando mis ilusiones. Lucharé, resistiré, venceré. No
solo yo, sino espero que todos.
Me levantaré feliz mañana. Y volveré a disfrutar de otro
día de mí vida del que no habrá desaparecido la sonrisa de mis labios y sentiré
que la vida crece cada vez con más fuerza en mi interior.
Y cuando esto termine, estos problemas me habrán hecho
más libre y más pleno, quizás habré aprendido algo nuevo. Me habré acostumbrado
a estar conmigo mismo. Sin miedos ni agobios, pues la soledad de estos días no
es mala compañía, aunque nos obliguen a ella. Y sentiré que soy más viejo, o
quizás más joven. Pero más sabio al fin si he sabido enfrentarme a mis miedos.
En fin, aquí estoy, en este supuesto mal sueño que es
esta vida que Dios me ha dado. Esta vida y no otra. Y ese Dios al que a veces increpo,
o suplico esperanza, ese mismo Dios es el que dibuja una sonrisa en mi rostro
para que dé esperanza en esta noche. Y sea yo uno más de los repita que el bien
siempre vence al mal.
Buenas Noches.
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