martes, 31 de marzo de 2020

Con una sonrisa.

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)


Decimoséptimo día de la cuarentena y nuevo récord, esta vez de muertos, un desastre al que aún no se le ve el final. Paciencia, y como dice el refrán: “No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista”.
Pasará, seguro, pero mientras tanto el COVID – 19 me ha quitado los encuentros y las risas de los cafés de media tarde y el contacto físico, me ha quitado las reuniones, los paseos en bicicleta y salir a correr.
Me ha robado muchas cosas y lo comprendo, me ha parado en seco. Existe un bien más grande que esa felicidad superficial que me dan esas pequeñas cosas. Esa felicidad de estar yo bien, sin problemas, ese afán mío por tener, por hacer, por lograr. Ese sueño tan humano, tan de tierra.
El coronavirus me lo ha quitado todo de golpe. Y me ha llevado a cuidarme para cuidar a otros. Y yo estoy contento. Porque si algo no puede quitarme es la alegría y la esperanza. No puede conseguir que mi vida pierda su sentido. No puede, obligándome a quedarme en casa que pierda mi sonrisa.
No ha podido parar la llegada de la primavera, ni apagar los aplausos para los que están dando su vida por salvar otras vidas. No puede, tampoco, anular mi escasa creatividad para ocupar alguna hora en escribir las “Buenas Noches”. No puede ensombrecer mi ánimo. Continuaré contando cosas, soñando mis sueños y preparando mis ilusiones. Lucharé, resistiré, venceré. No solo yo, sino espero que todos.
Me levantaré feliz mañana. Y volveré a disfrutar de otro día de mí vida del que no habrá desaparecido la sonrisa de mis labios y sentiré que la vida crece cada vez con más fuerza en mi interior.


Y cuando esto termine, estos problemas me habrán hecho más libre y más pleno, quizás habré aprendido algo nuevo. Me habré acostumbrado a estar conmigo mismo. Sin miedos ni agobios, pues la soledad de estos días no es mala compañía, aunque nos obliguen a ella. Y sentiré que soy más viejo, o quizás más joven. Pero más sabio al fin si he sabido enfrentarme a mis miedos.
En fin, aquí estoy, en este supuesto mal sueño que es esta vida que Dios me ha dado. Esta vida y no otra. Y ese Dios al que a veces increpo, o suplico esperanza, ese mismo Dios es el que dibuja una sonrisa en mi rostro para que dé esperanza en esta noche. Y sea yo uno más de los repita que el bien siempre vence al mal.

Buenas Noches.

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