“-El amanecer no está lejos- dijo
Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo
Aragon.”
“El señor de los anillos”.
J.R. Tolkien.
Hace aproximadamente dos años,
cuando me encontré de pronto con un adelanto de la vejez empecé a tomar algunas
notas sobre las sensaciones que iba sintiendo, ha pasado el tiempo y ahora al
repasarlas me he dado cuenta de lo que nos vamos encontrar dentro de algún
tiempo.
De momento, en mi balcón de
Pego, aún, me encuentro con una temperatura de 18,2 grados, una buena
temperatura.
Una de las primeras
sensaciones que tuve entonces es que hoy en día no se ama la vejez ni se quiere
a los viejos. Y, sin embargo, desde otros puntos de vista nunca se ha ocupado
la sociedad más de ellos. Es más, en nuestros días ha surgido una nueva
ciencia, la geriatría, que se dedica a todo lo que tiene que ver con la vejez.
Ya se que a nuestra sociedad
le preocupan los viejos, pero creo que todo lo que se hace por ellos está
basado implícitamente en la idea de que envejecer es triste. Si nos fijamos nos
daremos cuenta que tratan de mantenernos jóvenes, de que nos distraigamos, pero
todas esas iniciativas son excepciones que se encuentran al margen de la gran
corriente de la vida. Dicha corriente pertenece a los jóvenes.
Es verdad que cada día nuestra
sociedad se ocupa más de los viejos, pero también más de los jóvenes; sobre
todo de los adolescentes. Y se ocupa mucho de los niños, de los discapacitados,
de los delincuentes. ¡Nos ocupamos de todo el mundo! Es típico de nuestra
sociedad; nos preocupan todos y de una manera especial los desgraciados…
Cuando la sociedad se ocupa de
los jóvenes, no es porque sean desgraciados, sino porque son el porvenir y
queremos orientarlos para que el porvenir sea hermoso. Los ancianos no son el
porvenir, no son los que construirán la sociedad del mañana. Y todo lo que se
hace por ellos tiene un cierto matiz de piedad.
En fin, ya veremos mañana.
Feliz y Dulce Día.
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