lunes, 8 de octubre de 2018

Lunes 8 de octubre de 2018.

 “-El amanecer no está lejos- dijo Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo Aragon.”
“El señor de los anillos”. J.R. Tolkien. 


Ayer por la tarde preparando una entrada para el blog del club, sobre corredores españoles, me tropecé con la noticia de que la atleta Marta Domínguez la habían exculpado del cargo de suministro de fármacos prohibidos después de que fuera detenida, con gran despliegue policial y ventolera mediática, en una operación contra el dopaje deportivo. Aunque es verdad que tenía una sanción por doping que nada tenía que ver con el montaje que se hizo.
Y esto me ha hecho meditar pues no sabía nada de que fue exculpada; las imputaciones más graves, las que de la noche a la mañana la derribaron del podio de la adoración, arrojándola al barrizal del desprestigio, se han esfumado.
Y yo, ante noticias así, me pregunto; ¿Y quién devuelve ahora el honor destruido a esta mujer? ¿Quién la resarce de las afrentosas imágenes que divulgaron las televisiones y los periódicos cuando fue a declarar ante el tribunal? ¿Quién la compensa por todos estos meses en los que se ha visto escarnecida y vilipendiada, arrastrada por el fango y expuesta a la reprobación social?
Pero se demostró que Marta Domínguez era inocente del delito que se le imputaba; inocente hasta donde la certeza humana puede alcanzar. ¿Se ha respetado su presunción de inocencia?
He estado pensando esta mañana mientras comprobaba que la temperatura en mi balcón es de 18,3 grados que en una época como la nuestra el principio de presunción de inocencia no puede circunscribirse al ámbito estricto y formalista del proceso judicial; su garantía debe extenderse a ese brumoso territorio que denominamos “opinión pública”.
Hay que poner respuestas a estas preguntas; ¿Es compatible una detención como la que sufrió Marta Domínguez con la presunción de inocencia? ¿Es compatible con la presunción de inocencia que los entresijos de las operaciones policiales que precedieron a su detención sean desmenuzados en las tribunas mediáticas? ¿Y que se filtren los sumarios judiciales? ¿Y que se monten juicios paralelos en la prensa? Tenemos que contestar.
El sensacionalismo, que ahora recuerdo, rodeo el caso, la ordalía pública que durante esos meses se organizo en torno a la atleta, ¿son compatibles con la presunción de inocencia? Que Marta Domínguez haya sido ahora exculpada, ante los ojos de una “opinión pública” atiborrada de carnaza informativa, es ya lo de menos; antes de que el juez archivara los cargos contra Marta Domínguez, la “opinión pública” ya la había juzgado. Y condenado. Y la sombra de esa condena perseguirá a la atleta mientras viva, como un sambenito aflictivo.
Según me parece a mí los medios de comunicación deberían meditar seriamente, si no desean que su menguante prestigio acabe extinguiéndose por completo junto con los fundamentos de su misión. No se puede alimentar la curiosidad de la llamada “opinión pública” a costa de desbaratar famas y aventar turbios rumores.
Y voy un poco más lejos, esta reflexión perentoria debería extenderse a quienes tienen como cometido perseguir el delito y administrar justicia, pero también para todas la personas, que como yo, nos alimentamos, en aquel tiempo, de esa carroña y nos refocilamos en su podredumbre y no hemos sido capaces de ni siquiera intentar averiguar lo que sucedió.

Feliz y Dulce Día.

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