“-El amanecer no está lejos- dijo
Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo
Aragon.”
“El señor de los anillos”.
J.R. Tolkien.
Ayer por la tarde preparando
una entrada para el blog del club, sobre corredores españoles, me tropecé con la
noticia de que la atleta Marta Domínguez la habían exculpado del cargo de
suministro de fármacos prohibidos después de que fuera detenida, con gran
despliegue policial y ventolera mediática, en una operación contra el dopaje
deportivo. Aunque es verdad que tenía una sanción por doping que nada tenía que
ver con el montaje que se hizo.
Y esto me ha hecho meditar
pues no sabía nada de que fue exculpada; las imputaciones más graves, las
que de la noche a la mañana la derribaron del podio de la adoración,
arrojándola al barrizal del desprestigio, se han esfumado.
Y yo, ante noticias así, me pregunto;
¿Y quién devuelve ahora el honor destruido a esta mujer? ¿Quién la resarce de
las afrentosas imágenes que divulgaron las televisiones y los periódicos cuando
fue a declarar ante el tribunal? ¿Quién la compensa por todos estos meses en
los que se ha visto escarnecida y vilipendiada, arrastrada por el fango y
expuesta a la reprobación social?
Pero se demostró que Marta
Domínguez era inocente del delito que se le imputaba; inocente hasta donde la
certeza humana puede alcanzar. ¿Se ha respetado su presunción de inocencia?
He estado pensando esta mañana
mientras comprobaba que la temperatura en mi balcón es de 18,3 grados que en
una época como la nuestra el principio de presunción de inocencia no puede circunscribirse
al ámbito estricto y formalista del proceso judicial; su garantía debe extenderse
a ese brumoso territorio que denominamos “opinión pública”.
Hay que poner respuestas a
estas preguntas; ¿Es compatible una detención como la que sufrió Marta Domínguez
con la presunción de inocencia? ¿Es compatible con la presunción de inocencia
que los entresijos de las operaciones policiales que precedieron a su detención
sean desmenuzados en las tribunas mediáticas? ¿Y que se filtren los sumarios
judiciales? ¿Y que se monten juicios paralelos en la prensa? Tenemos que
contestar.
El sensacionalismo, que ahora
recuerdo, rodeo el caso, la ordalía pública que durante esos meses se organizo
en torno a la atleta, ¿son compatibles con la presunción de inocencia? Que Marta
Domínguez haya sido ahora exculpada, ante los ojos de una “opinión pública” atiborrada
de carnaza informativa, es ya lo de menos; antes de que el juez archivara los
cargos contra Marta Domínguez, la “opinión pública” ya la había juzgado. Y condenado.
Y la sombra de esa condena perseguirá a la atleta mientras viva, como un
sambenito aflictivo.
Según me parece a mí los
medios de comunicación deberían meditar seriamente, si no desean que su
menguante prestigio acabe extinguiéndose por completo junto con los fundamentos
de su misión. No se puede alimentar la curiosidad de la llamada “opinión
pública” a costa de desbaratar famas y aventar turbios rumores.
Y voy un poco más lejos, esta
reflexión perentoria debería extenderse a quienes tienen como cometido perseguir
el delito y administrar justicia, pero también para todas la personas, que como
yo, nos alimentamos, en aquel tiempo, de esa carroña y nos refocilamos en su podredumbre
y no hemos sido capaces de ni siquiera intentar averiguar lo que sucedió.
Feliz y Dulce Día.
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