“El ojo corporal, que es el órgano para ver los objetos materiales, se
nos da por naturaleza. El ojo de la mente, cuyo objeto es la verdad, es obra de
la disciplina y el hábito”. J. H. Newman.
Hoy parece que vamos a
tener un día no tan apacible como el de ayer, de momento tenemos una
temperatura en mi balcón de 18,8 grados, pero al estar nublado, y creo que con amenaza de lluvia, no he visto la salida del sol que se ha producido a las 08:23
horas y creo que tampoco veré su puesta a las 19:06 horas, pero ya veremos.
Llevo días fijándome e
intentando seguir la marcha de migrantes que salió de Honduras y que está atravesando México con la intención de llegar a Estados Unidos. Y me encuentro
con informaciones contradictorias y que me llevan a preguntarme qué hay detrás de
esta numerosa marcha humana.
Se dice que son alrededor de
siete mil los centroamericanos que se encuentran en ella y al igual que nos
sucede con los migrantes que llegan a nuestras costas es normal que nos
preguntemos; ¿qué hay detrás de esta crisis humanitaria? ¿Qué fuerzas han
impulsado a miles de hombres, mujeres y niños a dejar su casa, la tierra en la
que nacieron, para emprender esta caminata interminable, plagada de peligros e
incertidumbres? ¿Qué mueve a una persona a abandonar todo lo conocido y a
buscar, más allá de toda esperanza, el sueño que tal vez nunca llegará?
Sin duda, hay que mirar hacia
Honduras, lugar de donde son la mayoría de los integrantes de esa larga
caravana, y si la miramos desde el Fondo Monetario Internacional, podemos
llegar a la conclusión que Honduras es una economía emergente sólida, con un
crecimiento moderado pero constante, cercana al pleno empleo y con un gobierno
ordenado. Una conclusión que nos dan todos los datos macroeconómicos y que contrasta
fuertemente con la realidad, y que no explica las causas que lanzan a una población
desesperada a abandonar el país en busca de nuevas oportunidades.
El problema creo encontrarlo
en que Honduras tiene el nivel más alto de desigualdad económica de América Latina
y ocupa el tercer lugar a nivel mundial, solo superado por Sudáfrica y Haití.
Si miramos en otro organismo
internacional como los datos del Banco Mundial, nos encontramos con que 61 por
ciento de los hondureños vive en situación de pobreza; un fenómeno que es todavía
peor, puesto que uno de cada cinco hondureños vive en pobreza extrema.
Y, si añadimos a esto los
problemas que tiene Honduras con la violencia pues tiene una tasa de
homicidios de 59,1 a
43,6 homicidios por cada 100.000 habitantes, la situación de muchos hondureños
se vuelve alarmante.
Pero, todos estos datos y los
números no deben ser suficientes para dar una explicación convincente de esta
caravana que en estos momentos está atravesando el territorio mexicano. Esta
caravana no es una masa amorfa y despersonalizada, no es un espectáculo
político, no es un fenómeno aislado y efímero.
La caravana que está cruzando México,
es la suma de dolores y sufrimientos, de humillaciones y marginaciones, que
sufren personas de carne y hueso, seres humanos que acumulan tanta
desesperación que prefieren arriesgar la vida que continuar bajo el yugo de un
sistema que drena su dignidad todos los días.
Esta caravana es un símbolo
del dolor que acumula un mundo indiferente, que olvida que son personas, y no
números, los que caminan hacia Estados Unidos. Esta caravana es un signo de los
tiempos, donde coexiste la civilización más avanzada de la historia con el más
profundo amor abstracto que pueda residir en el corazón humano.
Feliz y Dulce Día.
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