“-El amanecer no está lejos- dijo
Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo
Aragon.”
“El señor de los anillos”.
J.R. Tolkien.
Después de un día como el de
ayer en el que casi nada sucedió como tenía preparado, pues en vez de entrenar por la mañana me fui a almorzar y en vez de pasar la tarde
relajado leyendo y fui a correr, vamos a ver hoy si mis planes se cumplen, de
momento en mi balcón una buena temperatura, 20’1 grados, vamos a ver en
Onteniente dentro de un rato.
De momento ahora voy a volver
una vez más a la cuestión de envejecer, en realidad es una cuestión en la que
me parece que ya voy a estar metido durante mucho tiempo, es más estaré todo el
tiempo.
En mis reflexiones sobre
envejecer no reflexiono mucho sobre la cuestión social de los viejos sino que
más bien lo suelo hacer sobre el problema moral que se nos plantea, que es,
como para todos, el de orientar nuestra vida.
Vamos a ver, orientar la vida
es dirigirla hacia una meta y saber lo que hay que hacer y por qué hay que
hacerlo. Si hoy observamos, nos encontramos con que muchos ancianos son como
despojos, ¿no será porque no ven claro qué función desempeñar en la vida? No
ven qué deben hacer; no tienen, pues, un objetivo.
Si ahora, recapacitamos sobre
lo anterior, nos damos cuenta que tal actitud es negativa, y lo negativo es
deprimente. Un ejemplo es el que se ve durante una guerra: cuando un ejército
se repliega y no ve la finalidad de ese retroceso, baja su moral.
¿No habrá algo que hacer, siempre,
mientras se vive?
Recuerdo que cuando utilizaba
algunos días de vacaciones para ir a caminar a los Pirineos y subíamos a una
cima el paisaje se iba desnudándose poco a poco, y finalmente, cuando llegaba a
la cumbre, no encontraba más que piedras y nieve; pero desde allí la vista es magnífica. Ya no se puede subir más, sólo para ir al cielo.
Lo mismo, veo yo, que ocurre ahora en mi vida.
Feliz y Dulce Día.
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