“-El amanecer no está lejos- dijo
Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo
Aragon.”
“El señor de los anillos”.
J.R. Tolkien.
Voy a seguir un poco más con
Aristóteles, pero antes os diré que la temperatura en mi balcón de Pego es de
17,3 grados y que parece ser que hoy el día puede desarrollarse de cualquier
manera.
Llevo unos días repasando un
poco la filosofa de Aristóteles, y me he encontrado con muchas cosas interesantes,
nos decía en uno de sus infinitos escritos; que lo que distinguía al hombre de
cualquiera de los animales es la capacidad para discernir el bien y mal, interesante
verdad.
Y digo interesante pues
después de tantos siglos parece que nos estamos olvidando últimamente de estas
enseñanzas, que hemos conservado, durante muchos siglos.
¿Por qué? Resulta que estamos
suprimiendo las categorías morales y esto comienza cuando ley y moral se
convierten en departamentos autónomos. Si seguimos esa evolución veremos que cuando
las cosas que son objetivamente inmorales -esto es, malas en su misma
naturaleza- se pueden realizar al amparo de la ley, tarde o temprano la
inmoralidad se convierte en ley, primero de forma tácita y condescendiente,
luego como uso social admitido, más tarde como conducta que reclama el amparo
legal para, por último, reclamar también que la moralidad sea arrinconada,
primero de forma tácita o condescendiente, luego como un uso social obsoleto o
grotesco, más tarde como conducta indeseable.
Buscad un ejemplo y veréis que
es un camino de ida y vuelta inevitable, porque el hombre inmoral, una vez que
ha logrado que su conducta sea admitida, anhelará que tal conducta no sea percibida
socialmente como algo inmoral; lo que, a la larga, exige proscribir la conducta
del hombre moral, que se ha tornado odiosa.
Ahora tendría que poner un
ejemplo que explicara todo esto, pero lo tengo que redactar un poco para que no
se me entienda mal, y eso no lo puedo hacer ahora.
Feliz y Dulce Día.
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