lunes, 15 de octubre de 2018

Lunes 15 de octubre de 2018.

 “-El amanecer no está lejos- dijo Gamelin-. Pero la luz del día no habrá de ayudarnos, me temo.
-Sin embargo, el amanecer es siempre una esperanza para el hombre- dijo Aragon.”
“El señor de los anillos”. J.R. Tolkien. 


Con una temperatura un poco más fresca cada día nos vamos adentrando en el otoño, ahora en mi balcón 17,6 grados, aunque lo molesto hoy es el viento que nos da la sensación de frío.
Ayer por la mañana me toco escuchar, no es algo que suela hacer muchas veces por lo que no suelo estar muy acostumbrado y me di cuenta que escuchar es un arte que se debe aprender con la experiencia, solo se aprende escuchando.
Al principio, cuando vi que se iba a sincerar me mostré amable y acogedor, creo que sonreí y la anime a seguir. A los pocos minutos me dí cuenta que yo no sabia que decir, que no tenía nada que decir y seguí escuchando. Y ella. De una cosa saltaba a otra y volvía otra vez sobre los mismos temas. Y, ¿qué podía hacer yo? Escuchar. Una escucha que procuré que fuese atenta, comprensiva, compasiva. Al final, ¿qué consejos le puedo dar? ¿Cómo voy a analizar una por una cada una de sus preocupaciones? No me es posible. No estoy capacitado. Simplemente la escuche.
Pero ha funcionado: la escucha me pareció que le servio, le abrió de alguna forma una ventana a unas soluciones que ella ya conocía pero que no veía. Fue fantástico, solo escuche, y sus preocupaciones se fueron solucionando solas, mejor dicho las fue solucionando sobre la marcha.
Lo he estado pensando y me he dado cuenta en hay una diferencia entre oír y escuchar: oír es sólo usar ese maravilloso sentido que nos sitúa en el mundo que nos rodea, mientras que escuchar tiene un especial sentido de prestar atención, de atender.
Tal vez ayer no oí sino que escuche y esto implica un compromiso con el que nos habla, y en vez de consolar o de orientar lo mejor que hice fue escuchar con simpatía.

Feliz y Dulce Día.

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