¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me
deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o
que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a
la vez- dijo Bilbo. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)
Podría decir que ya nos encontramos
a media mañana y que este lunes ya hace horas que esta en marcha y a pesar de
decir verdad la afirmación de Bilbo continúa manteniendo toda su vigencia.
Hoy, no he puesto el
despertador y he dejado pasar unas horas antes de levantarme, lo necesitaba después
del intenso domingo así que voy a permitirme pasar un día más tranquilo.
Hace un momento me he estado poniendo
al día de las noticias y creo que conociendo a los italianos y lo poco que les
duran los gobiernos no hay que preocuparse mucho de ese nuevo gobierno que han
formado pero si que hay que estudiar y aclarar como se puede llegar a tal
situación, pues algo se debe de estar haciendo mal en Europa cuando en el siglo
XXI pueden pasar estas cosas.
En el nuevo capítulo sobre
Cataluña veo que, está sin duda marcado por la nula voluntad de Torra de
encontrar un punto de entendimiento con el Gobierno. No hay voluntad de
encontrar una fórmula posible, Torra va a la confrontación directa cuando elige
para su nuevo Gobierno a cuatro exconsejeros que están en prisión o en el
exilio, procesados por delito de rebelión.
Pero lo sorprendente es que
desde el constitucionalismo se responda solo hablando del valor universal del
Estado de Derecho o esgrimiendo los números de empresas que han cambiado de
sede. La conversación es imposible. Es precisamente el universalismo y el
mercantilismo lo que alimenta parte del discurso de los independentistas.
El constitucionalismo a veces me
da la impresión que basa solo sus argumentos en los logros eventuales que se
pueden conseguir en nuestra civilización occidental como la forma final y la
normal de la existencia del hombre. En este caso son los logros de una patria
constitucional. Cuando los “logros eventuales” se consideran elementos de la
vida cotidiana que se consiguen de forma espontánea, sin necesidad de un
trabajo esforzado, está casi todo perdido.
Esta falta de realismo, en la
que tiene mucho que ver la pereza, no entiende que es imposible que triunfe un
mundo racionalmente organizado y lógicamente ordenado solo por medio de las
decisiones judiciales y de los actos de Gobierno directos (que siempre son necesarios).
Y la incomprensión –“¿cómo es posible que no se obedezcan las decisiones judiciales?”–
alimenta desde el otro extremo el círculo vicioso del resentimiento. Y vuelta a
empezar.
Quizás no encuentro más
solución que volver a escuchar lo que nos hemos dicho. Decirlo cara a cara para
que esas palabras duras y violentas provoquen en nosotros un respingo. No
estamos hechos ni para escucharlas ni para pronunciarlas. Esa pequeña rendija
de malestar, de incomodidad que quizás no dura más que un segundo, se antoja
una de las pocas posibilidades que nos permitiría volver a empezar.
Creo que va siendo hora de
llamar; “al pan pan y al vino vino”.
Feliz y Dulce Día.
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