¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me
deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o
que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a
la vez- dijo Bilbo. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)
Ayer escribía que lo
consustancial en el amor es la entrega, y
me acabo de dar cuenta que alguno de vosotros no lo entendió bien. Veamos.
Todos nosotros, en nuestra
vida diaria estamos muy acostumbrados a tener que entregar o recibir cosas.
Habitualmente ese entregar o recibir viene medido por la justicia: te doy y me
das. Es una herencia que venimos arrastrando desde los romanos, fundamentalmente.
Pero yo no me refería a ese
tipo de entrega, el juego de dar y recibir, sigue estando protegido por la
justicia, pero creo lo debemos de superar y saltarnos ese equilibrio. Dar incluso
sin recibir nada a cambio. De modo que lo que estoy haciendo es animaros a dar,
y os desanimo a esperar recompensa.
¿Entonces, os estoy diciendo
que seáis tontos? No del todo, la verdad. La entrega a la que me refiero es la
entrega de la propia persona, la entrega, total o parcial, de una persona a una
tarea, o a otra persona. Tenemos el matrimonio, por ejemplo, y la entrega mutua
de marido y mujer, y la de ambos a sus hijos. Esta es una entrega de mucha consideración.
Nosotros tenemos que estar
abiertos al conocimiento de la verdad y del bien, primero, a nivel de ideas;
después, a nivel de necesidades de los demás; a nivel de experiencia...
Y, sobre todo, a nivel de
cariño, a nivel de querer que los demás sean mejores, tengan más facilidad para
hacer el bien en su vida... En definitiva, para ver en cada momento como
podemos entregarnos mejor a los demás.
Feliz y Dulce Día.
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