lunes, 28 de mayo de 2018

Lunes 28 de mayo de 2018.

¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a la vez- dijo Bilbo.  (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)  


Veo con satisfacción que Maribel y Encarna empiezan la semana con alegría, y espero que se me contagie un poco, pues he estado poniéndome al día después de un fin de semana en el que he estado alejado de los acontecimientos que se han desarrollado en este mundo, y no me acaba de convencer el camino que están tomando las cosas.
Y no me  refiero solo a lo que esta sucediendo fuera de Europa, ni siquiera lo de Irlanda e Italia, sino a lo que nos esta sucediendo en España, pues si lo ponemos todo en el mismo planeta la mezcla no puede ser de otra manera más que explosiva.
Vamos a ver, la moción de censura planteada por los socialistas para echar a Rajoy en plena crisis catalana y la incapacidad de Rajoy para reconocer el daño de la corrupción son signos de una descomposición con unas raíces antropológicas que nadie parece querer ver.
Pienso que las bases sobre las que basa nuestra democracia así como las de los países europeos se diluyen.
Aquí en España mantenemos, en apariencia, a los partidos protagonistas de la vida pública surgidos desde la transición (con excepción de la UCD). Pero quizás ya solo estemos ante un juego de espejos.
El gran PSOE que gobernó en la inmediata post-transición ya no existe. Con la moción de censura del pasado viernes se ha empeñado en demostrarlo a las claras. La jugada, de una irresponsabilidad mayúscula, pretende justificarse en la “indignidad” de las condenas por corrupción del partido en el Gobierno. Algunos de los galácticos de la época de Aznar han entrado en prisión, se da por probada la financiación irregular, se esperan más condenas…
Y Rajoy, en esta circunstancia, parece empeñado también en que el PP desaparezca. Niega la gravedad de los hechos, no pide perdón con contundencia y no promueve un relevo. Pretende, que en nombre de la estabilidad y del miedo a la izquierda, los que fueran sus votantes se olviden de lo inolvidable: su partido, convertido en una maquinaria alejada de la sociedad y que albergó prácticas muy irregulares. La corrupción, grave por sus efectos, es el síntoma de un mal mayor: la inconsistencia personal de los políticos, la desconexión de las necesidades de la gente.
La situación política española es grave porque no hay relevo consistente. Los nuevos partidos no tienen suficiente madurez. Pero el drama es que se sigue dando por supuesto una estructura cultural y antropológica que ya no existe. Por eso actúan con tanta inconsciencia. Para los jóvenes ya no es evidente que nuestra democracia, con sus defectos, sea el mejor sistema. De la tradición, queda en pie, el vínculo de la familia. Y poco más.
Están convencidos de que, tras la crisis de los últimos años, basta con restaurar el viejo orden, recuperar el crecimiento económico y unos niveles parecidos de bienestar. Algunos, pocos, arreglos servirían para recuperar la confianza en las instituciones, para que la democracia volviera a ser lo que fue.
Por eso no reaccionan ante la corrupción, por eso no tienen claves para hacer frente al desafío del soberanismo y del independentismo. Por eso irresponsablemente juegan a derrocar al Gobierno o a mantenerse en él a cualquier precio, sin darse cuenta de que la democracia, como la hemos entendido hasta ahora, y todos aquellos valores en los que se sustentaba, no son una premisa, una conquista lograda para siempre.
Los síntomas son estrepitosos: la obsesión por resolver cualquier conflicto en los tribunales y a base de un derecho más punitivo, la dificultad de aceptar el perdón como categoría cívica, la debilidad para ir al encuentro del otro, la búsqueda permanente de un chivo expiatorio… En este contexto no se puede hacer política como se hacía hasta ahora porque la desconfianza es grande.
No se puede seguir haciendo política sin darse cuenta de que el gran edificio ciudadano de las décadas pasadas se ha convertido en una pura ruina. La reconstrucción será lenta y no tiene más camino que una política sinceramente, concretamente, enfocada al bien común.

Feliz y Dulce Día.

No hay comentarios: