Lunes 7 de mayo de 2018.
¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me
deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o
que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a
la vez- dijo Bilbo. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)
Ya estoy aquí, he pasado dos
días de autentica locura, con una actividad realmente frenética, pues aunque
parezca que después de 36 años organizando la carrera de Pego, está se va a
organizar sola no existe nada más alejado de la realidad.
Pero, como esta sucediendo en
cada edición está también a pasado, y ahora me encuentro con una agradable
temperatura de 15,7 grados y con otros objetivos por delante.
He comprobado que el tema de
la sentencia de la “manada” es el tema del que más se habla, aunque soy
consciente que la reacción e indignación generada por la condena a La Manada no
va a agotarse a corto plazo.
Vaya por delante, otra vez, que
la condena me parece corta y dolorosa. Que yo también creo a la joven
madrileña. Y que, al leer por encima la sentencia y el voto particular, me
produce un extraño malestar. Me cuesta digerir las conclusiones, pero el ardor
estomacal que me produce a mí y a mucha gente no puede llevar a la muchedumbre a
lanzarse sobre los jueces que han tomado esa decisión con arreglo al Código
Penal y las pruebas presentadas.
Y creo que, ni tan siquiera
contra el que pidió la absolución. Este malestar no puede hacerme olvidar que
los jueces interpretan una ley garantista con los acusados de acuerdo a unas
pruebas. El clamor y la indignación que veo todos los días en los medíos de
comunicación no pueden ser substitutivos de los procedimientos judiciales,
necesariamente independientes.
Yo, personalmente, no me creo
con la capacidad para valorar jurídicamente la interpretación de los jueces. Creo
que sería más útil dirigir las protestas para propiciar la reforma del Código
Penal.
Lamentablemente, este clamor
ciudadano no se ha parado un instante a preguntarse si hay otros factores que
deban revisarse. Es evidente que hemos abdicado de una formación sexual en
nuestra sociedad; que hemos dado el visto bueno a una banalización del sexo,
desnaturalizado, alejado tantas veces de la afectividad, que produce monstruos salvajes
e indolentes, capaces de la mayor degradación de otro ser humano a cambio de un
instante de placer. Y luego se sienten orgullosos, muestran sus crueles hazañas
por WhatsApp.
Aunque parezcan cavernícolas,
están entre nosotros, incluso –como en La Manada– como agentes de la Guardia
Civil y militares. No han salido de la nada. Han crecido en nuestros barrios.
Han visto nuestras televisiones. Han estudiado en nuestros colegios.
Sin embargo, viendo con la
dureza con que se cargaba en los medios de comunicación contra un manual de Biología
para 3º de la ESO, porque proponía a los alumnos de 14 y 15 años, que entre los
sistemas para evitar enfermedades sexuales, están la fidelidad y la abstinencia.
Comprendo muchas cosas.
Quizás sea también momento
para preguntarnos si como sociedad no podemos hacer algo más para no producir
tantos animales.
Feliz y Dulce Día.
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