sábado, 19 de mayo de 2018

Sábado 19 de mayo de 2018.

¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a la vez- dijo Bilbo.  (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)  


Ya hace días que no os comunico la temperatura en mi balcón, se me olvida, vamos a ver si continúo con la tradición, ahora 16, 3 grados.
Alguna vez creo que habré comentado el hecho de callar, de no hablar, para cortar una conversación que corre el riesgo de terminar siendo una critica a determinadas personas o situaciones. Esta razón para no hablar da que pensar.
Ya se que hay que ser prudentes a la hora de juzgar. Pero hay casos en los que es necesario hablar, precisamente para no cometer una injusticia. Muchas veces no somos justos por omisión, pues hay silencios que son el resultado de la cobardía.
A veces uno no habla porque tiene miedo. El miedo a muchos nos paraliza. A veces uno no habla porque no quiere complicarse la vida, o peor aún, porque no quiere enfrentarse a los poderosos. Este silencio es comprensible, pero cuando puede interpretarse como una aprobación de la injusticia, entonces lo podríamos llamar, pecado. El no hablar podría ser complicidad con la injusticia.
Eso podría valer a todos los niveles donde se encuentra un grupo más o menos numeroso y organizado. No es menos cierto que hay silencios más elocuentes que las palabras. Si no se habla es porque, se diga lo que se diga, nadie quedará contento. O porque el asunto del que se trata es complejo y deben resolverlo otros. En algunos casos es mejor “no meterse” a redentor, porque como se dice vulgarmente, se puede acabar crucificado.
Siguiendo este camino a los cristianos se nos dice esta palabra: “no juzguéis”. Lo que no significa perder el sentido de los valores, sino no transformar el amor en acusador. El juicio del que habla el cristiano equivale a condenar. Y condenamos cuando solo vemos las cosas malas del prójimo, cuando somos incapaces de ver sus cosas buenas, cuando actuamos sin misericordia, cuando tenemos las decisiones tomadas antes de escuchar.
Todas aquellas palabras que conducen a condenar al prójimo son “juicio”. En el fondo, las palabras de condena retratan al que las pronuncia. Y es que tenemos en la actualidad tantos casos de los que pronunciarnos que se me hace muy difícil sacar las cosas buenas y no ver solo las malas, por eso a veces es mejor callar y esperar a tener las cosas más claras.

Feliz y Dulce Día.

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