Dia 73, del viaje a la maratón de Valencia.
¡Buenos días!
Cuando afrontamos una maratón la prudencia siempre suele ser un valor
complicado de gestionar a menos que nuestro objetivo sea solo el de terminar
sin tener en cuenta el tiempo.
Por lo demás, la prudencia puede ser un valor compartido por todos, ya
que es la mejor ayuda con la que contamos para discernir, es decir, para
distinguir lo que sucede en nuestro estado de forma y en cómo estamos
entrenando, y poder optar por lo que más nos conduce a alcanzar nuestro
objetivo.
Es verdad que, con la excusa de no precipitarse, pueden colarse, bajo
apariencia de prudencia, el miedo que nos hacen dilatar indefinidamente
determinadas decisiones. También, bajo el título de prudencia, puede asomar la excusa
perfecta para que nos pongamos de perfil ante los retos que la carrera a pie nos
presenta.
Pero, en estos casos, rápidamente saltan las alarmas, porque todos
sabemos lo que es la prudencia, aprendida e interiorizada a base de ser,
precisamente, imprudentes: ¿quién no ha metido la pata en alguna carrera, y se
ha propuesto ser más prudente para la próxima? Esto no sucederá de la noche a
la mañana: exige esforzarme en ser prudente, examinar cómo he andado de
prudencia (o imprudencia) hoy en mi entrenamiento o carrera, buscar dónde y
cómo puedo ser más prudente mañana, aprender los ‘modos’ de la prudencia (que
cambian, porque lo que es prudente en determinadas situaciones, es
completamente imprudente en otras) …
En este combate cotidiano por crecer en prudencia, no estamos solos: la
experiencia es nuestra aliada y nos debemos aprovechar de ello. A esa unión de
prudencia y experiencia es donde debemos mirar y donde debemos calibrar nuestra
brújula interna que nos ayude a correr, entrenar y competir mejor.
En fin, un buen corredor debe tener capacidad de mirar adelante, de
mirar lejos, de prever y proveer, de ver el posible objetivo a cumplir o de elegirlo
mediante comparaciones con lo que le ha sucedido en el pasado. O sea que el
corredor prudente es el que ve antes, mira más allá de una situación puntual y,
ante todo, el que prefigura el recorrido adecuado para alcanzar el fin. La
prudencia no tiene porque establecer el fin último, la marca a realizar, sino
que busca los medios.
De ahí la importancia fundamental de la prudencia en el proceso de
discernimiento para tomar las decisiones correctas.
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