Dia 65, del viaje a la maratón de Valencia.
¡Buenos días!
Hay cuestiones en las que no nos gusta definirnos ni dar nuestra
opinión porque nos suelen causar más dolores de cabeza que satisfacciones y
creo que el problema que hemos vivido con la Vuelta a España es uno de ellos. Sin
embargo, siempre resulta interesante hacer un esfuerzo y dar nuestra opinión a
pesar del posible varapalo que nos puedan dar.
No hace falta que yo ahora explique la situación en Gaza, pues la situación
y la postura de la inmensa mayoría de las personas es bastante clara al ver las
imágenes y los datos que nos dan ambos bandos. De igual forma no creo que sea
necesario recordar lo que se dice en Mateo 5, 38-39 sobre la Ley del Talión y
que todos nosotros conocemos y sobre todo entendemos.
Sé lo polémico que es este tema y que tiene muchas aristas, no obstante,
sabiendo todo esto, quiero centrarme en uno, en la utilización del ciclismo y
del deporte en general como medio de protesta.
Aunque exista un gran componente de espectáculo en muchos acontecimientos
deportivos con un gran alcance mediático, y la Vuelta es uno de ellos, yo
entiendo el deporte como uno de los pocos lugares donde se puede orquestar un
diálogo poniendo juntos a enemigos acérrimos. Todo deporte obliga a todos los
participantes a cumplir un reglamento donde se ven tan solo como rivales. Y
pienso que es bueno crear situaciones como una competición deportiva donde países
enfrentados puedan mirarse a la cara sin tener necesariamente que odiarse.
Por eso pienso, desde mi sencilla forma de ver las cosas, que tal vez
expulsar o querer quizás excluir a un deportista o a un equipo de una
competición deportiva o cultural por las crueldades de su gobierno es siempre
una oportunidad que hemos perdido -sea Israel, Rusia, Marruecos, China, EE.UU.
o quién sea-, porque estamos dando más importancia a la cultura de la
cancelación levantando muros que a una sana visión del deporte, que debe
trascender estas diferencias. Al fin y al cabo, lo que estaríamos haciendo es dejar
fuera a un colectivo arbitrariamente en base a un lugar de origen, y eso
siempre es peligroso.
Tenemos bastantes ejemplos de lo que pasa cuando la ideología se adueña
de la cultura, la religión y el deporte. Y en este caso vemos cómo lejos de pensar
en el dolor de tantas personas de Oriente Próximo nos vemos obligados a tener
que opinar sin saber muy bien qué decir teniendo que medir cada palabra. Y en
este campo las ideologías nos van a ganar y nos van a dividir, y por tanto se
llevan el gato al agua, ya estén a favor o en contra o sean muy legítimas las
causas.
Basta ya
de comprender el deporte como un mero espectáculo que se puede utilizar para
transmitir nuestras ideologías y fomentemos un deporte donde todos quepan,
también el que piensa distinto, porque eso es lo meritorio. De lo contrario gana el “ojo por ojo, diente
por diente”, y en el deporte después del partido o la competición hay que dar
la mano a nuestro rival y felicitar al ganador.
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