“Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton.
Como por arte de magia nos trasladamos al miércoles pasado, en concreto al 10 de mayo, para recordar como comenzamos una pequeña escapada con la bicicleta, cinco o seis días que deben servir para ultimar los preparativos para el viaje de este verano.
Creo que lo habré escrito en alguna ocasión, y es
que un ciclo – viaje y la vida son como un camino, una peregrinación con muchas
etapas. Y como ciclo-viajero son muchas las veces en las que toca volver a
ponerse en marcha después de haber hecho un viaje. Ello siempre conlleva tener
que hacer otra vez las alforjas y preparar la bicicleta. Momentos en los que aprovecho
para hacer limpieza y deshacerme de cosas que llevo y que no he usado en el
viaje anterior, momentos en los que vuelven a pasar por mis manos fotos,
escritos y recuerdos que evocan a personas importantes de mi vida, experiencias
vividas etc. Y al empaquetar, siempre tienes la sensación de estar colocando
toda tu vida en las alforjas, a la espera de volver a recolocarlas al día
siguiente de forma diferente.
Y es que, en el fondo, al hacer las alforjas y
viajar, sea más lejos o más cerca, de unos pocos días o de algunos meses, siempre
hay algo de nosotros que se muere, algo que se queda y algo que se va. Algo que
muere, como las cosas que tiramos a la basura, puesto que para salir hacia un
nuevo viaje es necesario de alguna manera romper con el lugar que nos cobijaba
hasta el momento. Y esto es algo que ni las comunicaciones ni las redes
sociales han podido solucionar. Algo que se queda, porque hay una serie de
personas que paradójicamente permanecen a nuestro lado cuando nos marchamos.
Son aquellas personas que nos han marcado, en las que hemos confiado y con las
que mantendremos una relación más o menos frecuente, pero con la conciencia de
que desde allí estarán con nosotros. Y algo que se va, que se viene con
nosotros dentro del equipaje, como los regalos de despedida que se unen a
nuestras pertenencias. Porque al marchar de un lugar, siempre nos llevamos con
nosotros todas aquellas personas y experiencias que nos han marcado,
haciéndonos crecer y madurar, cambiando nuestra manera de ser y de pensar.
Pedalear, salir, viajar, dejar, permanecer, morir…
son verbos que hablan de experiencias fundamentales de la existencia, que nos
hacen más humanos, y que en el fondo nos enseñan que en esta vida es tan importante
saber decir hola, como aprender a decir adiós.
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