¡¡¡Buenos días!!!
Hay un camino hacia la felicidad que pocas personas
exploran, o al menos no me encuentro con muchas, y es ese que nos lleva a
acercarnos a las cosas buenas.
Nuestra experiencia y lo que nos cuentan es que
todo lo bueno o lo malo se nos contagia si estamos el tiempo suficiente con
ellos. Si queremos estar calientes nos acercamos a la estufa; si queremos
mojarnos nos acercamos al agua. Si queremos gozo, paz, vida eterna… debemos
acercarnos, o incluso introducirnos, en aquello que los tiene.
Si estamos cerca de una gran fuente de belleza y de
felicidad, sus salpicaduras nos mojarán, si estamos lejos, vamos a permanecer
secos. Una vez que nos hemos mojado, ¿cómo no vamos a ser felices?
¿Pero cómo vamos a mojarnos? ¿Cómo es posible para una persona meterse dentro
de la fuente?
Si sabemos que “Dios es amor”, ¿cómo nos vamos a
mojar?
Hace días comente lo que era engendrar y crear, os
acordáis, pues bien, nosotros no somos engendrados por Dios: solo somos creados
por Él. Esto es importante. En nuestro estado natural no somos hijos de Dios:
solo somos, por así decirlo, estatuas. No poseemos vida espiritual: solo
poseemos vida biológica que con el paso del tiempo morirá.
Pues bien, todo lo que ofrece el cristianismo es:
que podamos, si dejamos que Dios se salga con la Suya, llegar a compartir la
vida de Cristo. Si lo hacemos, estaremos compartiendo una vida que fue
engendrada, no creada, que siempre ha existido y que siempre existirá.
Jesucristo es el Hijo de Dios.
Veis lo que sucede, si compartimos esta clase de vida
nosotros también seremos hijos de Dios. Cada cristiano debe convertirse en un
pequeño Cristo. Todo el sentido de hacerse cristiano es ese y ningún otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario