“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.
Ha empezado la cuenta atras, a cuatro días del comienzo de este nuevo viaje en el que recorreremos el perimetro de la peninsula Iberica y, aunque no creo que vaya a llover mucho si que lo esta haciendo esta semana, y mucho, lo que me ha permitido recordarme que debia impermeabilizar
la tienda de campaña, después de cinco años en los que la he utilizado muchos
días, haciendo una cuenta por encima, habré superado los trescientos, han sido
muchas noches en las que no he tenido ningún problema, pero he querido asegurar.
Falta ya muy poco para empezar a
pedalear y me encuentro en unos días de frenesí, de nerviosismo, de
aceleraciones autoimpuestas en una situación de la que me resulta imposible
escapar. Me pregunto si realmente quiero. Maldigo, siempre y sospechosamente,
el yugo de la velocidad, de las prisas, de los nervios. A la vez, sin pararme a
pensar, disfruto de todas las ventajas que me permiten hacerlo. Disfruto de la
tecnología que me da la oportunidad de no perder ni un segundo de mi preciado y
escaso tiempo en cuestiones que se pueden considerar secundarias.
En estos días se tiene la
sensación de querer acumular tiempo, como si quisiéramos almacenarlo para utilizarlo
para hacer frente a los verdaderos problemas que nos vayan apareciendo.
Sin embargo, sabemos que esto no
es así. No acumulamos segundos para las cuestiones que de verdad importan, sino
para las experiencias del momento, efímeras que se esfuman a igual velocidad
que hacemos un cambio de pantalla en el móvil.
No voy a caer en la tentación,
ahora, de juzgar lo bueno o lo malo de esta forma de ver la vida, pues en
algunos casos parece que no hay alternativa, creo que debemos valorarlo por sus
consecuencias. Una de ellas es que nos hace incapaces para realidades esenciales
de la vida que necesitan tiempo, a veces mucho tiempo.
Necesitamos saber qué se nos
mueve por dentro, qué discursos elaboro en mi interior. Clarificar
sentimientos, emociones, razones. Revisitar los acontecimientos que tenemos
alrededor. Y para eso se necesita tiempo y tranquilidad, una tarea en la que
hay que ponerse, tan pronto como se pueda.
Con esto del tiempo vivimos una
paradoja. Queremos lo que solo se consigue con tiempos largos. A la vez nos
negamos a invertir el tiempo para conseguirlo. Solidez e inmediatez, por más
malabarismos que hagamos, se excluyen. Hablamos de la meta sin querer asumir
los riesgos, y también las alegrías, parciales del camino. No obstante, por
joven que seas, estoy seguro de que ya has intuido alguna vez que a veces, para
llegar más lejos, solo tienes que parar.
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