domingo, 28 de mayo de 2023

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   Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – San Gabriel de la Dolorosa.

El uno, ¡por fin el uno!, mañana es el día. Todo está ya preparado y da la impresión de que esta todo controlado, creo no engañar a nadie si digo que: “todo está listo” o la famosa frase de Cesar; “la suerte está echada”.

No será difícil que me pase el día de hoy haciendo comparaciones con los anteriores viajes, ya sé que sirven de muy poco pues cada viaje es una historia y cada año las circunstancias pueden ser distintas, sin embargo, se suelen hacer.

El comparar en sí no es algo malo. De hecho, es algo humano. La comparación me puede llevar en este caso a la admiración y el deseo de emular a los grandes viajeros, lo que está bien. Sin embargo, se puede volver un peligro si pongo en valor mi viaje en comparación con los demás.

Cuando nos liamos con las comparaciones y el mal interpretamos nos encontramos con dos formas de afrontarlas. Por una vamos los que solemos pensar que todo el mundo está mejor que nosotros. “Él es mucho más inteligente que yo”, “ella sí que sabe lo que hace”, “él es tan fuerte”.

Por la otra vamos los que exaltamos nuestras propias cualidades y reducimos las de los demás. Los que vamos por esta solemos pensar, “¿quién como yo?” y enfocamos nuestra vida solo en nuestros méritos.

Vivir de comparación en comparación nos da un concepto distorsionado de la realidad. Nos concentramos en lo que no tenemos e idealizamos a los demás o bien exageramos nuestras propias virtudes y minimizamos las de los otros.

Lo mejor, es mirar como tengo planteado mi viaje, cómo lo he preparado y no solamente como lo hubiera deseado. Estoy seguro de que tengo algo que he planeado y realizaré bien, pero también tengo miedos e inseguridades.

Hay que entender que en cada viaje que observamos hay mucho más de lo que vemos por nuestros medios, todos los viajeros cometen aciertos y errores. Tenemos que aceptar nuestra realidad, las exigencias que le ponemos no se van a alcanzar ni por mis méritos ni por mis juicios que tantas veces van a ser errados. Se alcanzarán, o más bien, se sentirán cuando conociendo bien todo lo que somos, nos repitamos, “soy incomparable”, “mi viaje es incomparable”.

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