“El hombre ha de tener la suficiente fe en sí mismo para emprender aventuras, y dudar de sí mismo lo suficiente para disfrutarlas” (G. K. Chesterton)
Narbonne --- - Sainte Marie la Mer
Distancia: 78 km.
Media: 14,30
km/h.
Altura subida: 554
metros.
Volvemos al
lugar de partida de este pequeño viaje, lo hemos hecho siguiendo otros carriles
bici, esta vez entre las marismas y las montañas, más duro sin duda, pero con
unas vistas que bien merecen el esfuerzo de subir y bajar constantemente las
interminables colinas.
Cuando
viajamos, y sobre todo cuando lo hacemos en bicicleta, por lo general vamos
pegados a un mapa, en el que nuestra visión sobre él nos muestra el horizonte
por donde vamos a movernos. Sin el mapa no somos casi nada, pero el mapa, ese
pequeño papel, es un seguro de vida, nos permite encontrar el camino que
queremos recorrer, nos confirma si nuestro destino está lejos o cerca, nos
asegura si vamos en la dirección correcta o nos pone en alerta si vamos en la
contraria.
Sin
embargo, algunos ciclo-viajeros tienen la suerte de tener un guía y,
especialmente si es un amigo, entonces todo cambia. Nos fiamos de esa persona
que conoce los caminos, nos ponemos en sus manos sin dudar de que nos llevará a
los mejores sitios, a los más interesantes, a donde queríamos ir. Nos fiamos de
su experiencia. Él ya ha recorrido ese camino primero y por eso nosotros ahora lo
seguimos. Pero cuando llegamos a los esos lugares, ahí nosotros volvemos a
tener el papel principal, el guía nos explica, nos da datos, pero la
experiencia de ver las cosas, de descubrir los detalles y grabarlos en la
retina, eso solo lo puedo hacer yo.
Cuando
volvemos a un lugar donde ya hemos estado antes somos un poco menos turista. Ese
lugar no es nuestra casa, pero empiezas a sentirte en ella; ya no nos guía el
mapa, y tal vez tampoco el amigo que nos sirvió de guía, sino que son nuestros
recuerdos y nuestras experiencias allí donde nos ocurrió algo lo que sirve. Sin
embargo, no nos quedamos ahí, nos aventuramos a descubrir nuevos lugares,
nuevas rutas, hemos perdido el miedo a extraviarnos, porque sabemos que a final
controlamos la zona.
Y
entonces llega ese último momento, en el cual de turista te acabas convirtiendo
en guía, y ahora eres tú el mapa andante de amigos o familiares que quieren
conocer aquel sitio del que tanto les has hablado. Y como guía disfrutas
contando aquello que ves, y lo haces desde tu perspectiva, desde tus emociones,
pasiones... no puedes dejar de transmitir aquello que llevas dentro, para que
el otro pueda empezar a disfrutarlo a su propia manera.
Y digo
yo, ¿No será que en el camino del ciclo-viajero somos a veces turistas y a
veces guías?
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