¡¡¡Buenos días!!!
Voy a insistir con el mismo tema de ayer; ¿por qué
fingimos? Las personas cuando fingimos lo solemos hacer por dos motivos, uno es
malo y otro es un fingimiento de clase buena. El malo es cuando sustituimos a
una cosa auténtica para nuestro provecho, por ejemplo: cuando fingimos que
vamos a ayudar a alguien y no lo vamos a hacer. Pero también podemos estar
fingiendo y que sea bueno, en este caso el fingimiento nos conduce a una cosa
buena o real, un ejemplo: no os ha pasado nunca que a veces no os sentís
particularmente amigables, pero sabéis que hay que serlo, y lo que hacemos es
poner cara de buenos amigos y comportarnos como si estuviéramos a gusto, y en
pocos minutos, realmente nos sentimos más amistosos de lo que estábamos al
principio.
Y es que muchas veces en la vida la única manera de
conseguir una cualidad, en realidad lo que tenemos que hacer es empezar a
comportarnos como si ya la tuviéramos.
Pues bien, cuando como cristiano empiezo a rezar el
Padre Nuestro y me doy cuenta de que estoy fingiendo ser Jesús, es fácil que
rápidamente vea una forma donde el fingimiento tiene menos de fingimiento y más
de realidad. Me encuentro con que en mi interior ocurren varias cosas que no me
sucederían si realmente fuera hijo de Dios. Pues bien, hay que retenerlas. O
tal vez, me dé cuenta de que, debería estar haciendo otras cosas. Pues bien,
entonces lo dejo y me voy a hacerlas. Veis lo que me ha sucedido, algo en mi
interior me está ayudando a transformar ese fingimiento en realidad.
Esta no es simplemente una manera elaborada de
decir que mi conciencia me está diciendo lo que debo hacer. Si le pregunto algo
a mi conciencia, sencillamente, obtendré un resultado. Si recuerdo en ese
momento que me he disfrazado de Jesús, obtendré otra respuesta.
Hay algunas cuestiones que hay que reflexionar
cuando le preguntamos a nuestra conciencia, mañana intentaré aclararme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario