lunes, 4 de noviembre de 2019

Lunes 4 de noviembre de 2019.

"Una cosa muerta puede ir con la corriente, pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).

Empezamos la semana con el sol alumbrándonos desde las 07:31 horas hasta las 17:57, y con el día en que se celebra la fiesta de san Carlos Borromeo, y aunque, puede hacer algo de viento no creo que sea una excusa suficiente para que no tengamos un buen día.
Estoy oyendo en esta campaña electoral, tal vez demasiadas veces, que se esta llamando a todos los nuevos partidos que prometen “el oro y el moro” de populistas.
Y, es que, si el populismo consiste en pedir fantasías y prometer paraísos, todas las ideologías han sido populistas. Lo fueron, desde luego, las primeras proclamas revolucionarias, que prometieron a toda la sociedad que se perfeccionaría hasta cambiar la historia, mediante el crecimiento perpetuo e ilimitado. Y, si fuéramos analizando detenidamente todas las ideologías que han ido naciendo del tronco revolucionario, descubriríamos que no han hecho otra cosa sino populismo barato.
El liberalismo prometió la golosina de la libertad individual, que finalmente ha sido la libertad del fuerte para oprimir al débil, la libertad del rico para sangrar al pobre y la libertad del capital para amontonarse en unas pocas manos y convertir el trabajo en mera mercancía; también, por cierto, creo que prometió libertad de opinión, pero lo cierto es que desde entonces verdad y error valieron lo mismo, o sea, nada.
Si continuamos con un pequeño repaso, después apareció el socialismo, que prometió acabar con los abusos del capital con la socialización de los bienes, pero solo ha conseguido destruir muchas instituciones que hacían de contrapoderes del Estado y aseguraban la libertad política; también, recuerdo, que prometió que la lucha de clases conduciría a una benéfica dictadura del proletariado, pero lo cierto es que la dinámica propia de la lucha de clases generó lo que todos hemos podido ver en los Estados que la llevaron hasta el final.
No me detendré a enumerar las calamidades que ocasionaron las promesas del fascismo y el comunismo, pues para eso ya están los políticos de turno en sus mítines, que se las saben de carrerilla. Mucho más interesante me resulta analizar, aunque sea muy brevemente, las falsas promesas de la democracia, que fue la ideología alternativa a los totalitarismos, a los que acabó derrotando.  La democracia, en su formulación propagandística más divulgada, prometía un gobierno del pueblo y para el pueblo.
Pero del pueblo nunca fue, puesto que nunca se ha permitido que hubiese auténtica representación, impidiendo la posibilidad del mandato sobre el político, que una vez elegido se atrinchera en unas élites de partido que son completamente opacas; y tampoco se cumplió la promesa de un gobierno para el pueblo, pues muy pronto esas élites de los partidos se dedicaron a acaparar poderes que nada tenían que ver con la representación, siempre en un afán por arrimarse al dinero, hasta terminar en un gobierno para el dinero y en contra del pueblo.
Y, si continuo razonando, puedo llegar a la conclusión que esta conversión de la democracia en un instrumento al servicio del dinero se esta intensificando con la llamada “globalización”, que permite la creación de estructuras de gobierno mundialistas que ni siquiera elige el pueblo.
Otra cosa, para que el incumplimiento de esta doble promesa del pueblo y para el pueblo fuese menos indigesta se prometieron otras ilusiones, como el Estado de bienestar, que se incumple continuamente mientras se va cayendo poco a poco.  
Así que, cada vez que desde los partidos que están apegados al poder y los medios de comunicación que los defienden se acusa de populistas a los partidos de reciente cuño y ascenso meteórico, siento que las grandes enfermedades que han asolado a la humanidad se han puesto de acuerdo en tildar de plaga al catarro.

Feliz Día.

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