"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: Empezamos este jueves, como debe ser normal un 21 de noviembre, con frío,
9,8 grados en el balcón. Con el sol adivinándose en el horizonte y con la
esperanza que nos acompañe hasta las 17:43 horas, vamos a intentar que este sea
un día inolvidable.
Con
el frío vuelve el café de media tarde, y con él, otra oportunidad para la charla
y la conversación, así que, ayer tuve la ocasión de aclarar un poco más algunos
aspectos del ultimo “Buenos Días” que, parece ser, tiene algunas cosas por esclarecer.
Me
comentaban en la conversación que no es fácil encontrar la verdad de las cosas
pues cada uno de nosotros puede tener una “verdad”, su “verdad”. Pero claro,
para que esto suceda se tiene que pensar que el ser humano es la máxima autoridad
que existe, que no tenemos que responder ante nadie superior a nosotros y que en
consecuencia no existen reglas generales, por lo que deben existir una gran
variedad de posiciones sobre un tema todas ellas legítimas e igualmente
válidas.
Es
decir, no hay una “verdad” objetiva, el Bien y el Mal son intercambiables, como
vemos en tantos casos. Se trataría de vivir nuestra vida sin obligaciones y gozar
sin trabas. Pero, todo esto tiene un gran problema, como mi libertad choca con
la libertad de los demás, en muy poco tiempo se acaban imponiendo las leyes de
los más fuertes y las tiranías totalitarias, como hemos visto, también, tantas
veces.
Lo
que significa, si pensamos un poco, que la idea que hace nacer mis derechos de
las leyes que nos dictamos, deja al individuo sin defensa frente a los posibles
abusos del Estado. Y si hay dinero por medio, tonto soy si no lo reparto con quien
me de la gana o me lo apropio, como hemos visto en Andalucía con el dinero
destinado a los parados.
En
cambio, para mucha gente, entre la que me incluyo, existe una moral original
que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal,
la verdad y la mentira. El primer principio ético con el que nos encontramos es
el de que hay que hacer el bien y evitar el mal. ¿Pero cómo distinguir el bien
del mal? Esta es una respuesta que no la tiene clara mucha gente.
La
dignidad de la persona o sea la dignidad humana exige que se tenga una fidelidad
a unos principios fundamentales de la naturaleza, unos principios que sean
comprensibles por la razón. Pero esto es algo que mucha gente, la rechazar la
Ley Natural y una parte de la Declaración de los Derechos Humanos, no pueden
aceptar.
Ello
no significa, ni mucho menos, que siguiendo la Ley Natural vayamos a ser perfectos
ni que la sociedad será ideal, ni que no tengamos fallos y escándalos. Por el
contrario, quien no tiene principios, quien no sabe distinguir el Bien del Mal,
la Verdad y la Mentira, y si lo saben, todavía peor, son capaces de hacer leyes
olvidándose del derecho a la vida o declaraciones olvidándose del derecho de los
padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones.
Feliz
Día.
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