"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: Nos enfrentaremos hoy al sol a partir de las 07:58 horas y no será hasta
las 17:40 horas cuando nos abandonará. En este jueves que promete ser de lo más
interesante, ya que celebramos la festividad, entre otros, de santa Catalina
Labouré.
Me
comentaban anoche que tal vez me estoy pasando con mi insistencia en que hay
que pensar y razonar, me remarcaban que muchos de los males que han afligido a
la humanidad en el siglo pasado, el XX, se encuentran en la aplicación de la
filosofía moderna. Me recordaban que ya sea por el individualismo de Descartes,
el colectivismo de Marx o el nihilismo de Nietzshe, todas nos han llevado a
desastres. Me hacían ver que el problema más grave hoy en día es que la cultura
ha adoptado una mala filosofía, o sea que se tenía un sistema erróneo de
pensamiento. Anoche me parecía que tenían bastante razón, pero esta mañana ya
no lo veo tan claro.
Dándole
vueltas al tema, veo que esa posición resulta relativamente cómoda, pues
traslada la solución de todos los problemas del pensamiento actual al trabajo
de unos especialistas, los filósofos, que son quienes deberían proporcionar las
soluciones, mientras que se cree que el individuo de a pie, lamentablemente no
puede hacer nada.
Sin
embargo, esta manera de enfocar las cosas, de considerar que hay filosofías
buenas y malas como si fueran productos de consumo, me parece que no es la
mejor manera de abordar esta cuestión tan importante. No es que no sepamos lo
que nos pasa, como decía Ortega, ni tampoco que pensemos mal o que hayamos optado
por una mala filosofía. Lo que nos pasa es más bien que en nuestra sociedad se
ha renunciado a pensar. Quien se para un momento a reflexionar se da cuenta
enseguida que en este mundo global cualquier forma de pensamiento libre y
creativo ha caído víctima del ensordecedor ruido general.
Recuerdo
ahora aquella frase que escribió Pascal de que “toda la desgracia de los hombres
viene de una sola cosa: el no saber quedarse a solas en su habitación” me
parece que es ahora más verdad que nunca. Pensar es difícil. No proporciona una
gratificación instantánea como la mayor parte de las cosas que consumen los
jóvenes. Quien piensa es considerado a menudo como un ser extraño, como un
extraterrestre.
Precisamente
son los filósofos quienes tienen como profesión recordar a la gente que no se
puede vivir sin pensar, que no podemos trasladar nuestras decisiones a otros,
sean las modas, las mayorías o la tradición. Si vemos la historia de la filosofía
nos encontramos con Sócrates, el primero de los filósofos, que se veía a sí
mismo como un moscardón puesto sobre su ciudad, Atenas, para que no se amodorrara.
Su tarea era enseñar a pensar con libertad. “Más vale padecer el mal que cometerlo”,
decía, y afirmaciones como ésta le llevaron a ser condenado a muerte. Posiblemente
nunca ha estado de moda pensar.
La
conflictividad es un rasgo inevitable de la convivencia humana en todos sus
niveles: desde la familia hasta la comunidad internacional, pasando por la
comunidad de vecinos, la organización profesional o, por supuesto, el Congreso.
Muchos renuncian a pensar precisamente para evitarse conflictos: basta con
hacer lo que hace la mayoría. “Lo hacen todos” es el argumento moral definitivo
en favor de una posición cualquiera porque nos exime de pensar.
Cuando
era joven, recuerdo que yo usaba este argumento ante mis padres, sobre todo
ante mi madre, ella siempre me respondía con enorme convicción “¿si todos se
tiraran por la ventana, tú te tirarías?”. Ante esa pregunta, yo siempre
consideraba la altura, “por si acaso”, decía, pero sólo llegué a entender la
fuerza de su argumento muchos años después.
Lo
importante era el convencimiento de mi madre y quizá se encuentre en ella el origen
de mi vocación filosófica. Mi madre me daba sus razones porque estaba convencida
de la verdad de su posición, pero sobre todo porque quería enseñarme a pensar
por mi cuenta. Transferir las decisiones personales a “lo que hacen todos” equivale
a tirarse por la ventana, esto es, a dejar de pensar.
Feliz
Día.
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