"Una cosa muerta puede ir con la corriente,
pero sólo un ser vivo puede ir en su contra." (G. K. Chesterton).
Buenos
Días: Nos encontramos ya con el viernes de esta semana, el día que se celebra
la festividad de san Alberto Magno y en el día en que el sol nos alumbrará a partir
de las 07:44 horas, un sol que deberá hacer muy bien su trabajo si quiere que
la temperatura suba lo suficiente para que nos resulte agradable salir a la
calle, después a las 17:47 horas, cuando nos abandone, ya será otra historia.
Entre
los muchos problemas que nos encontramos cada día, uno de los más complicados
de tratar, y como se puede comprobar, también de resolver es la agresividad sexual
que estoy viendo en nuestra juventud hacia las mujeres. Una agresividad que se
puede comprobar fácilmente en el lenguaje que se está utilizando y que puede
llegar al abuso y su consecuencia que suele ser la agresión física.
Todos
nos damos cuenta que este problema va cada día a más, y que es una señal clara
del fracaso de todo el enfoque legal que se está aplicando y de toda la cultura
que teóricamente se está utilizando para proteger a la mujer.
Existe
una manifiesta diferencia con los tiempos de mi juventud, y sin ir tan lejos, solo basta con retroceder unos quince o veinte años. Ya se que algunos de
vosotros me vais a decir que “no existen ahora más casos, sino que se denuncia
más”, para no reconocer que estamos ahora mucho peor, pero yo no lo veo así, porque
además del aumento de las denuncias, sucede que la mayoría de las agresiones siguen
sin denunciarse, porque no son trágicas, ya que son formas de lascivia y menosprecio,
como que le han tocado los pechos o han metido mano bajo la falda. Son hechos,
los de este tipo que se repiten constantemente y que se propagan como una
plaga.
Se
están haciendo muchas cosas desde la Administración para solucionar las cosas, y
lo primero que se tendría que hacer es reconocer que algo radical ha cambiado,
que nuestra sociedad esta cambiando, y lo hace a peor en este tema de la
agresión sexual contra la mujer, y en particular a las adolescentes y jóvenes.
Según
mi opinión si no admitimos esto nada se arreglará, porque no se actúa sobre las
causas. Un ejemplo: las instituciones no cesan de poner lazos y utilizar el color
violeta para denunciar los abusos y agresiones, pero a la vez, como sucedió hace
pocas semanas en Barcelona, se acoge y se normaliza la mayor promoción del
porno de España y una de las más grandes de Europa, en lugar de dificultarlo.
Otra
cosa que encuentro que falla es el enfoque que se da a las relaciones humanas
del feminismo de género, que todo lo basa en una represión policial y penal. Lo
que curiosamente niega en otra clase de delitos, de los que resalta las causas
sociales que los provocan, y que no aplica en la cuestión de la violencia
sexual.
Por
supuesto existe también una rotura de la cultura moral, me refiero a la pérdida
del sentido del bien, que el tan nombrado progresismo y el liberalismo evitan
atender. Existe una desaparición de las virtudes que deben estar presentes en el
proceso educativo de la juventud. Hay un abandono de muchos padres por
impotencia porque la situación les supera y nadie ayuda, o simplemente por
omisión cómoda o por ideología progre.
Solamente
hay que salir a la calle para darse cuenta de que existe una sexualización
brutal de la sociedad. Cada vez más hombres confunden el deseo sexual con la
condición viril, y ser hombre es en primer término poseer autocontrol, un autocontrol
sexual que una parte del feminismo de género critica.
Y
es que no hay que olvidar que ser hombre es respetar especialmente al más débil.
Ser hombre es no provocar ni caer en la provocación. Ser hombre es amar con
plenitud y no solo desear sexualmente. Y es que tener una moral sana se pone en
práctica al elegir entre diversas opciones moralmente buenas, y no cuando se eligen
fines malos o vacíos.
Los
poderes públicos deben ayudar a que las opciones moralmente valiosas estén a
disposición de las personas para que puedan ser conocidas y asumidas con facilidad.
Porque ellas lejos de disminuir la autonomía personal y la libertad, la promueven
al favorecer opciones moralmente valiosas para la elección.
La
neutralidad que estamos viendo de los poderes públicos ante las opciones de
bien no es deseable, incluso en la práctica es dudoso que resulte posible. Lo
que sucede es que nuestros gobiernos favorecen opciones moralmente rechazables y
marginan otras realmente buenas.
Seamos
claros: las leyes en estos casos son una respuesta limitada e imperfecta, que
sirve, sobre todo, para castigar el daño causado pero que raramente lo evita. La
respuesta completa, porque disuade el mal es buscar el bien. Es la donación, en
la libertad y en el bien del otro, empezando obviamente por lo más básico, su
bienestar físico, todo lo contrario al amor lascivo que se satisface con la posesión.
La
rutina, delito, ley, sanción, policía, fiscal, juez, cárcel y volver a empezar
no tiene fin. Es un absurdo. Solo la ceguera estigmatiza a una moral sana,
cuando en ella está la respuesta, y no querer reconocer que en todo caso son
las prácticas humanas las que nos pervierten, es un atentado a la razón.
La respuesta a la violencia contra la mujer,
de hecho, a toda violencia, no es la ley. Es el Amor.
Feliz
Día.
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