“Podemos creer lo que queramos. Somos responsables de aquello en que elegimos
creer.” (J.H. Newman)
Por
cierto, tengo que añadir a lo que dije ayer que no considero ni fácil ni rápida
la posible solución al problema de los países desde donde vienen los inmigrantes,
porque los propios gobernantes de aquellos países de los que parten las oleadas
emigratorias parecen muy interesados en ella.
Viendo como se encuentran esos
países me da la impresión que hasta les interesa puesto que de esa forma logran
aliviar la presión demográfica que sufren todos ellos. Si a ello le añadimos que
pueden conseguir ingresos extra mediante la ayuda exterior, yo no creo que
pueda esperarse que cambien mucho las cosas.
Si os dais cuenta África es el
paraíso de los gobiernos cleptómanos. La corrupción está de tal manera extendida,
que cualquier ayuda económica que se les preste para atajar la hemorragia emigratoria
puede que se emplee en Dios sabe qué, o en beneficio de quién, pero no en
mejoras internas que disuadan a los nativos de la aventura suicida de la emigración.
Suicida por las condiciones tan arriesgadas en que lo hacen. Peor que lo hacían
los negreros de siglos pasados.
Si miramos la historia
nos encontramos que las grandes migraciones humanas constituyeron la médula de
la historia de la humanidad, pero generalmente en perjuicio de los primitivos
moradores de cada lugar, que fueron exterminados o sometidos a servidumbre por
los invasores de su territorio. El relato bíblico es el paradigma de unas
tribus errantes que fueron dando tumbos y vueltas por lo que hoy llamamos
Oriente Medio.
No veo posible arreglar el
problema de esos países desde aquí, tenemos que ir allí, como hacerlo y quien
debe hacerlo son las preguntas a las que debemos encontrar respuesta para
empezar a solucionar el problema de la inmigración.
Feliz y Dulce Día.
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