“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Si no fuera de Pego estaría
preocupado por la subida de las temperaturas que no cesan de anunciar, pero después
de tantos veranos pasados aquí supongo que sucederá como tantas ocasiones, se
pasará más o menos bien.
Me quede ayer con algunos
aspectos de los derechos humanos por aclarar, deje entrever que la definición
de derechos humanos no se basa en el bien de las personas o en el bien de la
sociedad, sino en los intereses de quienes se encuentran en el poder ya sea que
se trate de líderes políticos que se encuentren gobernando o de aquellos que
tienen capacidad para formar la opinión pública y para ejercer influencia en el
proceso político.
Si lo pensamos bien nos
daremos cuenta que este es un mal resultado, y que nos encontramos con un relativismo
que sin duda nos rodea: el “derecho” deja de ser tal porque no está ya fundamentado
sólidamente en la inviolable dignidad de la persona, sino que queda sometido a
la voluntad del más fuerte. De este modo
la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo
fundamental.
Hoy en día todos tienden a pensar que pueden
hacer lo que quieran con sus vidas y ser personas moralmente buenas en la
medida que no hieran ni limiten las elecciones de los demás. Sin embargo, nos tenemos que dar cuenta en
qué medida eso es una gran ilusión arraigada en el individualismo de nuestro
tiempo: un individualismo que se olvida cuán entrelazadas están realmente
nuestras vidas.
Si pensamos que las personas nos
encontramos unidas en solidaridad, todas las formas de moralidad nos exigen de
un modo u otro hacer sacrificios por los demás.
En la medida que seamos personas que no se preocupan por nada en absoluto,
estaríamos necesariamente vulnerando la “libertad” de los demás. Sin embargo, actuamos como si no lo
hiciéramos, escondiendo de nosotros mismos y de los demás la realidad de que
estamos necesariamente unidos de tal manera que nos limitamos la vida unos a
otros.
De hecho, sin embargo, no
existe moralidad que no requiera que otros sufran por nuestros
compromisos, pero no hay nada de malo en
pedir a los demás que compartan con nosotros y que se sacrifiquen por lo que
creen que es valioso. Más preocupante
sería saber si aquello con lo que nos comprometemos es valioso o no.
Este es el tema crucial. No hay nada malo en pedir a la gente que haga
sacrificios por una causa valiosa.
Feliz y Dulce Día.
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