“La prueba de la democracia no es si la gente vota o no, sino si la gente gobierna o no. Los votos pueden ser una forma de conseguir esto último o no”. G. K. Chesterton.
Día 36. 2 de julio de 2024.
Loire-Authion --- Orée-d’Anjou.
Distancia: 86,76 km.
Media: 14,83 km/h.
Desnivel positivo: 172 m.
Con tantas horas pedaleando es
preciso que en algunos momentos, no tanto estos días pues tengo la compañía de
Mark, utilicemos parte de ese tiempo para recordar, para hacer memoria. Y es que
hacer memoria de lo que hemos vivido es necesario. Resulta triste que lleguemos
a perder la memoria, que no reconozcamos a las personas, nombres y acontecimientos…
Por lo tanto creo que es bonito de vez en cuando hacer un viaje al pasado,
evocar y visitar lugares, momentos y épocas de nuestra vida.
Pero, existe una amenaza cuando lo
hacemos, que es el de quedar atrapado por algunas de las vivencias de ese
pasado. Ya sea por lo hermosos, o por los malos, que también los tenemos. Hay
veces que nuestra memoria no para de llevarnos a un lugar donde se esconden todos
esos momentos en los que tomamos malas decisiones o recibimos golpes que nos
hicieron mucho daño, y entonces la queja, la congoja o el reproche se instala dentro
de nosotros. A veces esa memoria nos lleva sin parar a aquellas vivencias que
nos marcaron y que quisiéramos revivir, pero sabemos que no vamos a poder.
Y, es que, a veces, la memoria se
convierte en un problema cuando la nostalgia, lejos de ser agradecida y
evocadora, se convierte en una atadura que no nos permite seguir adelante.
Es entonces cuando tenemos un problema:
¿Qué hacer? Lo primero debería de ser aceptar que el pasado no se puede cambiar,
pero tampoco lo podemos poseer. No se trata de que lo hayamos perdido pues
forma parte de nuestras vivencias. Pero hay que saber situarlo en su lugar.
Tenemos también que agradecer lo
bonito, o reconocer lo que hay de fracaso y error, y tanto éxitos como
fracasos, aciertos como errores, saber convertirlos en una enseñanza. Pero lo
que nunca debemos hacer es dejar de mirar adelante. No se trata de olvidar
(seríamos unos necios si eligiésemos ese camino), pero sí de negarnos a quedar
encerrados en los recuerdos. Porque la vida sigue. Siguen los anhelos,
proyectos, nombres, e historias. Siguen los caminos y la vida, más allá de nuestros
problemas interiores.
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