“La prueba de la democracia no es si
la gente vota o no, sino si la gente gobierna o no. Los votos pueden ser una
forma de conseguir esto último o no”. G. K. Chesterton.
Día 34. 30 de junio de 2024.
Montluis-sur-Loire --- Rigny-Usse.
Distancia: 57,27 km.
Media: 15,19 km/h.
Desnivel positivo: 67 m.
Han sido varias las ocasiones en las
que al comentar la ruta que estoy haciendo se suele decir que es “increíble”
poder realizar estos viajes, se suele decir también que las personas que los
podemos hacer somos “incomparables”, lo que resulta una obviedad, pues esto se
podría decir de cada persona que habita la Tierra. Y, es que, no hay, ni ha
habido, ni habrá otra persona justamente como nosotros mismos.
Es fácil caer en la tentación de
comparar, de compararnos con los que nos rodean. Que nos comparemos en sí no es
algo malo. De hecho, es algo muy humano. Una comparación nos puede llevar a
admirar y desear superarnos cuando nos encontramos con alguien que hace aquello
que desearíamos hacer. Sin embargo, se vuelve un peligro cuando medimos nuestras
acciones en comparación con los demás. Esto nos lleva por un camino donde la
soledad y la desesperanza son los dueños.
Ese camino de la comparación tiene
dos entradas, a cuál más desoladora. Por una van los que suelen pensar que todo el mundo está mejor.
Por la otra van los que enaltecen sus
propias cualidades y reducen a los demás. Los que van por esta suelen pensar,
«¿quién como yo?» y caminan enfocados en todos sus méritos. Al encontrarse con
alguien que aparenta tener más de algo que ellos mismos, se justifican diciendo
algo así como, «es mejor que yo en esto, pero yo le gano en esto otro». O bien
fijan la mirada en alguien 'inferior' y en esa comparación buscan algo de
satisfacción y seguridad. «No seré el más listo, pero al menos soy más listo
que mi compañero».
Estar de siempre comparando nos da un
concepto distorsionado de la realidad. Nos concentramos en lo que no tenemos e
idealizamos a los demás o bien exageramos nuestras propias virtudes y
minimizamos las de los otros.
¿Cómo se soluciona esto? Para ello es
preciso mirar con ojos claros todo lo que tenemos y no solamente aquello que deseamos.
Significa aceptar la realidad: el valor que tanto anhelamos no se alcanza ni
por nuestros méritos ni por nuestros juicios que tantas veces pueden ser
errados. Se alcanza, o más bien, se siente cuando sentimos que todo lo que
somos nos hace únicos, hemos sido creados únicos por eso somos incomparables.
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