“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
¡Buenos días!
Durante unos meses he dejado a un lado los
viajes en bicicleta. El entrenamiento y la participación en la Maratón de Valencia
han sido los causantes de ese pequeño desvío. Sin embargo, siempre ha estado
ahí el viaje para el año que viene, han sido muchas tardes las que he dedicado a
planear las etapas, y no de uno, sino que han sido varios los trayectos.
Por fin, hace unos días me he decidido, por
uno de largo recorrido y dos de una semana.
Elegir y preparar, sobre todo elegir un
destino para un viaje de largo recorrido siempre me ha causado muchas
deliberaciones, sobre todo porque elegir es renunciar. He renunciado para el
2024 a dos viajes de largo recorrido que tienen todo lo necesario para haber
sido los elegidos y, sin embargo, para el año que viene les falta o me falta a
mi algo, y van a tener que esperar.
La problemática se centra, en mi caso, en
esa famosa frase: “currit, volat, laetatur”, corre, vuela, disfruta. Para
elegir un destino el significado de esa frase se tiene que cumplir. Voy a intentar
explicarlo con un ejemplo: Si me preguntan: ¿Conoces Venecia? Y respondo
sencillamente, sí. Esto significa que Venecia ha entrado de alguna manera en mi
mente; Venecia sigue en el mismo lugar, pero su imagen ha impreso en mi
interior una clase de retrato suyo intelectual. En cambio, si me pregunto: ¿Amo
Venecia? Y llego a la conclusión que así es, esto quiere decir que esa imagen
me empuja desde dentro y me obliga a moverme, casi como que me lleva, me hace
caminar con el alma hacia Venecia que se encuentra ahí fuera. O sea, mi destino
en un viaje me tiene que obligar a viajar, a correr primero con el corazón
hacia él. Tengo que amar primero para después ponerme en marcha, si amo mi destino:
“currit, volat, laetatur”.
La vida, en la mayoría de las ocasiones nos
mueve rápido y no nos deja reflexionar excesivamente sobre ciertas cosas, sin
embargo, para elegir un viaje de largo recorrido, soy de la opinión que hay que
pararse y ser conscientes de algunas cosas: Una es que debemos saber que no nos
encontramos ante un examen con las respuestas por detrás, ni de una guía que
nos llevará a una elección perfecta. Otra que hay que verlo como un viaje
imprevisto pero soñado alguna vez, de un reto al que me he propuesto dedicarle
tiempo y resolverlo. Otra, que hay que decidir, hay que tomar una decisión, sin
más.
Después, hasta el
día de la primera pedalada nos surgen infinidad de preguntas: “¿Vicent, ¿dónde
vas?”, “¿Cómo sabré si he elegido bien?”. Puede que no encuentre una respuesta clara
como me gustaría, y, sin embargo, es más que probable que encuentre la
confirmación en gestos que seguramente nunca habría imaginado. Algunos me harán
entender que me fie de un falso sentido, que mi razón no estaba donde yo lo
intuía, que no sirve decidir en base a criterios de tranquilidad o de relativa comodidad
o el miedo. Otras será la confianza en mi experiencia la verdadera razón, el
deseo de salir de casa, la alegría de viajar, y, así se ira confirmando.
Busca, compara, …y discierna. El viaje
ideal no siempre está en las ofertas.
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