“El Fundamentalista se contenta con el texto desnudo de la Escritura -la traducción de una traducción que le ha llegado a él por la tradición de una tradición- sin aventurarse a preguntar cuál es, o de dónde viene, su autoridad original”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
La tarde de un sábado suele ser muy
movida, sin embargo, la de ayer fue tranquila, y tuve tiempo para dedicarla a
repasar esos comentarios que con las prisas del día a día no hay tiempo para
atender.
Mientras atendía uno que se refería a la
búsqueda de la verdad, llego a mi memoria una reflexión de Antonio Machado que
decía así: "Tu verdad no, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya,
guárdatela". Lo que centró mi atención fue el “ven conmigo a
buscarla”. Es este un punto de vista que no aprecie cuando pensaba en la
Verdad.
Recordé también haber leído que la
verdad vale por sí misma, la diga quién la diga. Y este aspecto es interesante
tenerlo presente en estos días pues he visto y leído como se desacredita la
verdad solo por qué la ha dicho tal persona o tal partido político. La verdad
no la podemos sacrificar a intereses personales o a lealtades institucionales.
Y es que solamente, si ponemos la verdad por encima de intereses particulares
será posible establecer un diálogo, no solo para poder entenderse sino para
construir una auténtica democracia.
Muchos días tengo la impresión de que la
verdad no importa, solo interesa la defensa de determinados intereses, sean
perjudiciales para muchas personas o se hagan falseando la verdad. El asunto no
siempre esta claro, pues no hay nadie que se ponga a defender como bueno algo
que se ve claramente que es falso, entonces, esos intereses son capaces de
mover todo tipo de información para mostrar esa mentira como si fuera verdad. Uno
de los sistemas que mejor funcionan es darle importancia a quién dice o
defiende esa supuesta verdad que, en realidad, es una gran mentira.
Cuando se consigue que lo que realmente
importa es “quien lo dice” y no prestar atención a “lo que dice”,
entonces, la verdad queda aislada de la realidad y del bien, y pasa a depender
del mandamás de turno. O sea, del que tiene el poder para servirse a sí mismo.
Esto es interesante. Así la verdad se presenta en función del interés: aquello
que tiene interés para el que manda es la verdad. De esta manera se nos muestran
narraciones, entrevistas y documentales que buscan justificar ciertos
comportamientos inmorales, abusos de poder o decisiones interesadas. Vemos en
el Congreso con demasiada frecuencia una lucha de “verdades” que niegan
o enmascaran los hechos reales y donde la verdad es la que “los míos” postulan.
No recordamos que la política debería
servir al bien común, a la fraternidad social y a la paz, pues solo la vemos convertida
en una búsqueda del poder. Y, como para conseguir el poder de una forma legal es
necesario tener el mayor número votos, los candidatos prometen cosas que ellos
y sus propios votantes saben que no podrán realizar. Lo más lamentable de todo
es que estos votantes están dispuestos a aceptar todas las mentiras con tal de
que vengan “de los míos”, de los que me resultan más simpáticos y
cercanos. El criterio del voto ya no es la verdad, sino la emoción o el
sentimiento, a veces el sentimiento favorable que me produce al que ofrezco mi
voto o el desagradable que me produce aquel al que no voto.
Recuerdo ahora, que Tomás de Aquino ya
nos decía, con toda razón, que los argumentos son válidos “no a causa de la
autoridad de quienes lo dicen, sino a causa de la razón de lo dicho”. Pues
de lo que se trata no es de saber quién dice las cosas, “sino en qué
consiste la verdad de las cosas”.
En fin, vamos a disfrutar de este increíble
domingo, que nos sirva para escuchar a los demás, llegar un poco más lejos de
nuestros propios pensamientos y de nuestros intereses más inmediatos, y así
iremos por el buen camino hacia la verdad.
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