domingo, 17 de diciembre de 2023

¡¡¡Feliz domingo!!!

     “El Fundamentalista se contenta con el texto desnudo de la Escritura -la traducción de una traducción que le ha llegado a él por la tradición de una tradición- sin aventurarse a preguntar cuál es, o de dónde viene, su autoridad original”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

La tarde de un sábado suele ser muy movida, sin embargo, la de ayer fue tranquila, y tuve tiempo para dedicarla a repasar esos comentarios que con las prisas del día a día no hay tiempo para atender.

Mientras atendía uno que se refería a la búsqueda de la verdad, llego a mi memoria una reflexión de Antonio Machado que decía así: "Tu verdad no, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela". Lo que centró mi atención fue el “ven conmigo a buscarla”. Es este un punto de vista que no aprecie cuando pensaba en la Verdad.

Recordé también haber leído que la verdad vale por sí misma, la diga quién la diga. Y este aspecto es interesante tenerlo presente en estos días pues he visto y leído como se desacredita la verdad solo por qué la ha dicho tal persona o tal partido político. La verdad no la podemos sacrificar a intereses personales o a lealtades institucionales. Y es que solamente, si ponemos la verdad por encima de intereses particulares será posible establecer un diálogo, no solo para poder entenderse sino para construir una auténtica democracia.

Muchos días tengo la impresión de que la verdad no importa, solo interesa la defensa de determinados intereses, sean perjudiciales para muchas personas o se hagan falseando la verdad. El asunto no siempre esta claro, pues no hay nadie que se ponga a defender como bueno algo que se ve claramente que es falso, entonces, esos intereses son capaces de mover todo tipo de información para mostrar esa mentira como si fuera verdad. Uno de los sistemas que mejor funcionan es darle importancia a quién dice o defiende esa supuesta verdad que, en realidad, es una gran mentira.

Cuando se consigue que lo que realmente importa es “quien lo dice” y no prestar atención a “lo que dice”, entonces, la verdad queda aislada de la realidad y del bien, y pasa a depender del mandamás de turno. O sea, del que tiene el poder para servirse a sí mismo. Esto es interesante. Así la verdad se presenta en función del interés: aquello que tiene interés para el que manda es la verdad. De esta manera se nos muestran narraciones, entrevistas y documentales que buscan justificar ciertos comportamientos inmorales, abusos de poder o decisiones interesadas. Vemos en el Congreso con demasiada frecuencia una lucha de “verdades” que niegan o enmascaran los hechos reales y donde la verdad es la que “los míos” postulan.

No recordamos que la política debería servir al bien común, a la fraternidad social y a la paz, pues solo la vemos convertida en una búsqueda del poder. Y, como para conseguir el poder de una forma legal es necesario tener el mayor número votos, los candidatos prometen cosas que ellos y sus propios votantes saben que no podrán realizar. Lo más lamentable de todo es que estos votantes están dispuestos a aceptar todas las mentiras con tal de que vengan “de los míos”, de los que me resultan más simpáticos y cercanos. El criterio del voto ya no es la verdad, sino la emoción o el sentimiento, a veces el sentimiento favorable que me produce al que ofrezco mi voto o el desagradable que me produce aquel al que no voto.

Recuerdo ahora, que Tomás de Aquino ya nos decía, con toda razón, que los argumentos son válidos “no a causa de la autoridad de quienes lo dicen, sino a causa de la razón de lo dicho”. Pues de lo que se trata no es de saber quién dice las cosas, “sino en qué consiste la verdad de las cosas”.

En fin, vamos a disfrutar de este increíble domingo, que nos sirva para escuchar a los demás, llegar un poco más lejos de nuestros propios pensamientos y de nuestros intereses más inmediatos, y así iremos por el buen camino hacia la verdad.

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