“Sin cultura, corremos el peligro de tomarnos a la gente cultivada en serio”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Estamos tan acostumbrados a leer
noticias de muertes, ya sea en guerras, en accidentes, enfermedades, abortos,
eutanasia… que se nos pasan noticias como esta: https://valenciaplaza.com/suicidios-provocan-muerte-cada-2-5-horas-espana-pero-siguen-sin-plan-prevencion
En España el año pasado se registraron
4.097 muertes por suicidio, en 2,3 más que en 2021, según datos del Instituto
Nacional de Estadística (INE) recogidos en el informe Defunciones según la
Causa de Muerte. Una cifra que no parece tener un tope y que resulta alarmante,
sobre todo entre los jóvenes, dónde es la primera causa de muerte.
La cuestión del suicidio es complicada,
tenemos muchas dudas, al menos yo las tengo sobre todo delante del suicidio de
una persona conocida. Tengo claro que es una enfermedad, sin embargo,
continuamente tengo que fortalecer esta conclusión. Veamos: si yo me autoinflijo
la muerte, resulta una muerte voluntaria de una manera que una muerte por
enfermedad física o accidente no lo es. Pero en la mayoría de los suicidios,
esto no es así. La muerte por suicidio es igual a como lo hace una persona en
una enfermedad terminal o en un accidente, no por su propia elección. Cuando
las personas mueren por ataque cerebrales, cardiacos y accidentes, mueren
contra su voluntad. Lo mismo sucede en el suicidio, excepto que, en el
suicidio, el ataque es emocional más bien que físico.
Esto no es una analogía. Hay diferentes
clases de ataques cardíacos, cánceres, derrumbes del sistema inmunitario y
accidentes mortales. Pero, todos ellos tienen el mismo efecto; todos ellos
quitan la vida contra nuestra voluntad. Quien muere por suicidio no
necesariamente quiere morir. Sólo quiere poner fin a un dolor que ya no se
puede soportar, semejante a alguien que se tira al vacío con una muerte segura en
un edificio en llamas porque sus ropas están ardiendo.
Otra cosa que me llama la atención delante
de un suicidio es lo que pueden llegar a sufrir los familiares y amigos de la
persona que se suicida. Pienso que no nos deberíamos de angustiar con las dudas
que nos puedan surgir: ¿Qué podría haber hecho? ¿Dónde dejé plantada a esta
persona? ¿Si solo hubiera estado allí? ¿Qué si…? Puede ser normal estar
obsesionado con este tipo de pensamiento: ¿si únicamente hubiera estado allí en
el momento preciso? Mi opinión es que esto no habría cambiado las cosas. La
verdad es que en la mayoría de las veces no estábamos allí por la sencilla
razón de que la persona que cayó víctima de esta enfermedad no quería que
estuviéramos en su presencia. Ella escogió el momento, el lugar y los medios
exactamente para que no estuviéramos allí. Tal vez sea mejor decir que el
suicidio es una enfermedad que elige a su víctima precisamente de forma que se
excluya a otros y su atención. Esto no es una excusa para la insensibilidad,
especialmente hacia aquellos que sufren de depresión peligrosa, pero debería
ser un alivio contra la falsa culpa y la duda infructuosa.
Somos seres humanos, no Dios. La gente
muere de enfermedad y accidentes todo el tiempo, y a veces todo el amor y
atención del mundo no pueden impedir la muerte de un ser querido. El amor, a
pesar de todo su poder, es a veces impotente ante una enfermedad terminal.
¿Cómo responder ante un suicidio? Una
buena respuesta humana y también cristiana no debería ser el horror, ni el
miedo por la salvación eterna de la víctima, ni la duda culpable sobre cómo abandonamos
a esa persona, ni tener un tono taciturno y acallado cuando hablemos de ellas. El
suicidio es indudablemente una manera horrible de morir, pero debemos
entenderlo, al menos en la mayoría de los casos, como una debilidad, un mal,
una enfermedad, un derrumbe en el sistema emocional. Lo importante, sobre todo
para los cristianos es que debemos confiar en Dios, en su la bondad, en su
comprensión, en su poder para descender a los infiernos y enmendar todas las
cosas, incluso la muerte por suicidio.
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