“Tener el derecho de hacer algo no significa que sea justo hacerlo”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Al igual que en la mayoría de los años
anteriores, hoy toca desearles a todos un 2024 lleno de felicidad, alegría y
buena suerte. El balance de mi vida en 2023 se salda con números en positivo.
Así que: ¡Gracias a todos! ¡Gracias por todo!
Como todos los años cuando se acerca el
fin de año se escuchan los deseos para el año nuevo. ¿Hay alguno nuevo? ¿Qué
deseo nuevo tenemos para 2024? Me parece que todos van a ser los mismos, lo de
siempre: amor, paz, salud, felicidad… Todas esas cosas son muy importantes, lo
que pasa es que hace siglos que las escuchamos y aunque el tiempo pasa y las
vamos repitiendo sin parar, las personas parece que no comprendemos que esas
cosas nunca van a aparecer como llovidas del cielo, como un regalo.
¿Qué podemos hacer entonces? Pues tengo
la impresión de que tenemos que ser nosotros los que nos pongamos manos a la
obra si queremos que algo de ello se cumpla, porque nadie más que nosotros podrá
construir nuestra propia felicidad.
Va a comenzar dentro de unas horas un
año nuevo. Entonces, después de la última campanada, en ese mismo instante, hay
que empezar a recrear un mundo distinto, un mundo mejor y para ello vamos a
tener que: ser menos violentos, evitar todas las armas, no ver fronteras, amarlo
todo, tener dignidad; procurar que haya más maestros y menos policías, con más
escuelas y menos cárceles, con menos pobres y menos ricos.
Ahora, es fácil que alguno de vosotros este
pensando que en realidad no hay gran diferencia entre el día de hoy y el día de
mañana, aunque el calendario marque el comienzo de un nuevo año de nuestra
vida.
Pero no es así. Cambiar de año tiene una
gran importancia. Se trata de una división del tiempo, de ir constantemente cortando
el tiempo en partes. El tiempo nos parece infinito y la verdadera razón del
nacimiento de las épocas y estaciones, de las efemérides y aniversarios es que,
de no existir, la sensación del infinito ocultaría todas nuestras impresiones
sin dejarnos la ocasión de comprender con nitidez el paso de una impresión a
otra.
Necesitamos estas divisiones del tiempo
para valorar las cosas que suceden, para comprender que son únicas e
irrepetibles. Necesitamos sentir la certeza de un posible y repentino final y valorar
con admiración y agradecimiento cada encuentro y cada circunstancia. Pensad
como cambiaria nuestra percepción si mientras estuviéramos disfrutando de un
extraordinario paisaje esperásemos con temor el sonido de un timbre que pusiese
punto final a esa experiencia. Esa violenta conmoción conseguiría que nuestra impresión
alcanzara una intensidad más fuerte, convertiría ese paisaje en algo único.
Si queremos que ese paisaje continue impresionándonos
y llevándonos al éxtasis debemos ponerle un límite, sino al final nos aburriría,
se transformaría en soso. Cada instante de nuestra vida necesita un límite que
lo individualice y lo vuelva único a nuestros ojos. Es más, el tener la certeza
del fin de las cosas, incluidos nosotros mismos, es en el fondo un gran regalo
que se nos hace. Con el paso del tiempo comprendemos que la gran obra de arte
que somos cada uno de nosotros, tiene un marco que nos ha colocado el artista,
es el límite artístico perfecto: la muerte.
Cada vez que despedimos un año de
nuestra vida experimentamos ese límite temporal que ha sido marcado en nuestros
actos. Y es necesario que así sea, porque: ¡Qué horrible sueño sería la infinita
repetición de un mismo año, de unos mismos hechos, aunque fueran placenteros y
dichosos! Pero, tenemos la suerte que podemos experimentar una sorpresa cada
vez que algo se reanuda.
Por eso, el objeto de celebrar el Año
Nuevo no es un año nuevo. Es tener unos pies nuevos, una nueva cara, brazos
nuevos, es volver a comenzar, volver a nacer. Necesitamos este renacimiento que
se nos presenta el Año Nuevo, porque por muy bueno que haya sido este 2023 tenemos
la tendencia de cansarnos de los espectáculos más duraderos, y, cualquier señal
como unas campanadas a medianoche nos recordarán que hemos nacido hace sólo un
momento.
Por eso, ¡feliz Año Nuevo! Tenemos
asegurados nuevos e irrepetibles días que habremos de estrenar, uno a uno. Y,
además, una eternidad que no somos capaces de imaginar, pero que no será triste
y ni patética, sino eterna novedad, constante inicio e inagotable Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario