“La gran limitación inglesa ha sido el amor a la libertad sin el contrapeso de la igualdad o la fraternidad”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Después de haber felicitado innumerables
veces la Navidad en estos días, me han preguntado el porqué de esa insistencia,
y, también me ha llamado la atención como a muchas personas les cuesta pronunciar la palabra “Navidad”
y prefieren utilizar la palabra “fiestas”.
Nos encontramos viviendo en una sociedad
en la que cada vez tiene más relevancia exteriorizar cualquier particularidad
de nuestra vida por insignificante que esa: nuestra forma de convivir con nuestra
sexualidad; nuestra forma de pensar; de relacionarnos, de vivir o hasta nuestra
salud mental y, sin embargo, parece que nuestra espiritualidad y fe tienen que
quedar apartadas a nuestro ámbito interno.
Llegado a este punto es preciso hacerse una
pregunta: ¿qué clase de sociedad buscamos? Buscamos una sociedad que quiera
esconder bajo tierra todo lo que tenga relación con lo trascendente o queremos
una sociedad que tenga una convivencia multicultural y multireligiosa más
completa y, donde se pueda exponer libremente lo que es significativo para cada
uno. Donde un católico pueda fácilmente celebrar plenamente la Navidad, donde
un musulmán haga lo mismo con el Ramadám o un judío haga lo propio en Hanukkah.
En cada felicitación de Navidad no he
intentado imponer nada, sencillamente he compartido desde lo más profundo de mi
ser un deseo sincero de que otros vivan estos días con esperanza. Es una acción
en la que busco transmitir un mensaje, dar un testimonio de luz, de plenitud
hacia el exterior. De mi para ti: la Navidad es significativa para mí y por eso
la comparto contigo.
Al felicitar la Navidad deseo lo mejor.
Comparto mi espiritualidad, una espiritualidad que sale de mi interior hacia el
mundo. Sin imposiciones. Solo con el deseo de que todos puedan vivir unos días
llenos de significado y esperanza.
Felicito la Navidad sencillamente por
eso.
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