lunes, 11 de diciembre de 2023

¡¡¡Buenos días, lunes!!!

     “Era de esa clase que algunos llaman -hombres de carácter- ; que lo tienen para satisfacer sus deseos, pero no para dominarlos” (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!  

No te has preguntado nunca si eres buena o mala persona, si las personas somos buenos o malos. No es una pregunta rara, se la hacen muchas personas, no solo ahora si no desde, me atrevería a decir que desde siempre. Hay personas que ante la pregunta dicen que todos somos buenos, pero nuestra sociedad y el ambiente que nos rodea nos corrompen. Otras personas piensan lo contrario, todos somos malos y que necesitamos de alguien que nos encarrile.

Si lo pensamos un poco veremos que según del lado que se encuentre nuestra respuesta, la concepción del mundo cambiará, así como entenderemos de una o de otra forma los sistemas sociales, los educativos e incluso los políticos. En cambio, yo pienso que las personas hemos sido creadas buenas, sin embargo, como en nuestro interior somos libres, existe la posibilidad de hacer el mal. Dentro de nosotros existe una guerra constante entre lo que sabemos que esta bien y debemos hacer, y la posibilidad de no hacerlo. Es una forma de ver la vida que sin duda marca mi forma de ser y mis actuaciones.

Muchas veces, viendo lo que sucede en el mundo, me dan ganas de pensar que somos malos por naturaleza, pero eso no es cierto. En realidad, somos buenos, pero estamos inclinados al mal. Por una parte, tengo puesta mi esperanza en la bondad que todos tenemos, y por otra el miedo de saber que podemos hacer mucho daño. Los hombres podemos ser muy malvados, podemos llegar a odiar hasta la muerte, hasta la locura, pero ¿somos por eso hombres malos?

Veamos el caso de las guerras, no cabe duda de que para matar o destruir hace falta tener algo de rencor. Sucede que mucha gente se ve arrastrada hacia ese comportamiento sin saber exactamente por qué lo hace, a veces sólo por un sentimiento del deber o por temor a las represalias. ¿A quién no le gusta la paz?

Una de las cosas que nos inclina hacia una postura de enfrentamiento tal que lleva a una guerra o a una agresión física es una idea que ya nos viene de lejos, la hemos visto en diferentes culturas. Se trata del dualismo por medio del cual se creo el mundo, un dios bueno y un dios malo que llevan enfrentándose desde el principio de los tiempos. O sea, dos principios contrapuestos: el bien y el mal. Hay que admitir que tenemos cierta tendencia a ese dualismo por nuestra natural percepción dual de las cosas. Allí no está el problema. El problema aparece cuando vemos las cosas como contradictorias, es decir, sin posibilidad de términos medios, cuando la realidad nos está diciendo repetidamente que no lo son.

Pensemos un poco en esto, en unas relaciones opuestas, lo contradictorio no admite término medio, pero en cambio, los contrarios sí. Vamos a poner un ejemplo, la diferencia entre vida y muerte es neta. No hay una persona media viva; o está viva, o no lo está; y cuando no lo está la llamamos muerta. Estos son conceptos contradictorios. En cambio, entre el día y la noche puede haber una gradación como el amanecer o el atardecer. Entre el negro y el blanco puede admitirse el gris. Estos son conceptos contrarios.

La vida muchas veces no admite unos extremos tan claros, porque tiene matices y términos medios.

Lo que el dualismo pone encima la mesa es un juego de opuestos: bien-mal, frío-caliente, seco-húmedo, vida-muerte... Bajo ese punto de vista de la vida, se establecen categorías absolutamente opuestas, y, por tanto, extremistas. Si el extremismo se traslada al plano moral, sobre todo en cuestiones que admiten matices, es fácil cometer más errores que aciertos. Utilizar categorías dualistas ha sido una de las formas de facilitar el enfrentamiento y simplificar el juicio moral. La estrategia consiste en catalogar como “malo” al adversario, y ver en el oponente todo lo que es malo, perverso, abominable, execrable. Por tanto, nuestra naturaleza inmediatamente busca evitarlo, eliminarlo y destruirlo. Apartarlo del camino, y si eso significa matar, se mata.

Los “malos” y los “buenos” son conceptos que desde niños nos han inculcado nuestros padres, y ha sido un referente moral para cuidar nuestro adecuado comportamiento. Como niños nos ha hecho bien porque comenzábamos a educarnos en el juicio de la realidad. El caso es que algunos adultos todavía juzgan como niños.

Nos encontramos llegados a este punto con que el problema no se encuentra en aceptar que haya cosas buenas y cosas malas, sino en encasillar a las personas y dividirlas en absolutamente “buenas” o absolutamente “malas”.

Este es el problema, que como supondréis merece un razonamiento más extenso, y, hoy lunes por la mañana no es el mejor momento.

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