¡¡¡Buenas tardes!!!
Mañana
es Jueves Santo, y los católicos sabemos qué vamos a celebrar, pero quiero, si
es posible mostrarlo a los que lo desconocen.
Nos
vamos a encontrar mañana con uno de los días más conmovedores de la liturgia
católica, recuerdo ahora esa frase de: “Tres Jueves hay en el año que relucen
más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión”, pues
vamos a conmemorar no solo la Eucaristía sino también la institución de los
sacramentos del sacerdocio.
¿Y
por qué? Pues por qué los Apóstoles hicieron su Primera Comunión la noche del
Jueves Santo. Ellos comieron y bebieron el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y
Jesús les dio el poder: “Hagan esto en memoria mía”. A partir de
esa noche hasta el día de hoy, la línea sucesoria del sacerdocio en la Iglesia
jamás se ha interrumpido, a pesar de pasar por épocas de oscuridad tremenda.
Se
celebra también, aunque suele pasar bastante desapercibida, la Misa Crismal, que
se celebra por la mañana en todas las catedrales, o hoy por cuestiones
geográficas, donde los obispos junto a sus presbíteros consagran el Santo
Crisma, es decir el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu
Santo, que se utiliza en los bautismos, confirmaciones y en la ordenación de
los diáconos, sacerdotes y obispos; se bendice también el óleo de los que se
inician en la vida cristiana y el óleo de los enfermos.
Por
la tarde se celebra el acto más conocido, la Misa de la Cena del
Señor, donde se rememora la institución de la Eucaristía. Tengo ahora que
recordar que la Eucaristía es la piedra angular de la fe y doctrina católicas,
si se quitase la Misa, colapsa con ella toda la fe católica, me resulta difícil
imaginar lo que de ella quedaría.
Sucedió
también algo muy importe en la última Cena: Jesús se puso a lavar los pies a
sus discípulos porque quería servirles. Era, además, un ejemplo de cómo ellos
debían actuar. Así lo dice en un momento determinado después de haberles lavado
los pies y decir, casi sin palabras, lo que era más importante: entregarse por
el prójimo, echar una mano al prójimo, ser hermano del prójimo. Por eso a este
jueves, Santo, se le llama del “amor fraterno” porque nada hay de más amoroso
que dar la vida por amigos y aquella Cena, la Última era el principio de la
entrega máxima, extrema, de parte del Hijo de Dios.
Servicio,
por tanto; sacerdocio, pues y, por fin, Santa Misa. Estas tres formas de
manifestar la gloria de Dios en el Amor del Padre son las que Jesucristo
proclamó en aquella Última Cena.
Y
nosotros, que tantos siglos después recordamos aquello en un momento en el que
el mundo quiere olvidarse de Dios, no podemos, ¡qué menos!, que agradecer a
Dios por haber hecho, con su descendencia, un regalo tan grande como aquel.
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