¡¡¡Buenos días!!!
“Dicen que los viajes
ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Entre las muchas cosas que podemos llegar a
comprender cuando salimos de nuestro entorno está la de ver si estamos
consiguiendo tener una vida feliz o si estamos consiguiendo todo lo que nos
habíamos propuesto para nuestra vida.
En este segundo día recorriendo la sierra de
Espuña, tal vez por ser Viernes Santo, mi sensibilidad se encontraba potenciada
y una simple pregunta como la de que si estoy haciendo “lo mejor” me se sitúa
delante de mis limitaciones.
Sucede que quiero
hacerlo bien, que mi viaje sea lo más perfecto posible y que mi vida también lo
sea, y en muchos detalles me encuentro con el hecho de mi miseria. Deseo hacer
grandes cosas, grandes viajes, pero se me hace cuesta arriba. No soy un
superhombre, soy un ser limitado. Y entonces se me plantean dos formas de
enfocar la cuestión: una negativa, la de la persona que desea realizar grandes
cosas pero que, por sus limitaciones, se siente incapaz de alcanzarlas y decide
abandonar renunciando y conformándose con hacer una simple excursión o pasar
por la vida.
Otra positiva: la de aquel que se sabe pequeño
justamente porque decide alcanzar un gran objetivo. En este momento,
curiosamente, es cuando nos damos cuenta de la poca cosa que somos, de nuestra
necesidad de los demás, y es entonces cuando nos podemos hacer más grandes. Nos
hemos dado cuenta de que tenemos grandes carencias y nos disponemos a aprender,
a adquirir nuevos hábitos, nuevos conocimientos, nuevos recursos que nos harán
capaces de alcanzar lo que nos parece imposible. Y es ese saberme pequeño lo
que me permite abrirme a nuevos horizontes.
Por eso, estas pequeñas excursiones para practicar
y probar, curiosamente, no deberían de ser perfectas, deberían de tener esos
pequeños problemas que nos permitan saber que vamos avanzando, que vamos
solucionando problemas.
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