¡¡¡Buenos días!!!
Me quería referir ayer a esa manera del hombre
practico que se siente desencantado, y que decide de pronto que todo lo que
deseaba ha sido un espejismo. Piensa que son ilusiones de jóvenes y que cuando
se llega a una cierta edad hay que renunciar a esas ilusiones. Entonces sucede
algo que nos puede parecer sorprendente, se sosiega y aprende a no esperar
demasiado de la vida y reprime la parte se sí mismo que solía, como suele
decirse, hacerle soñar y tener ilusiones.
Esto, por supuesto, hace que un hombre sea mucho
más feliz. Sería la mejor actitud que podríamos tomar si pensásemos que el
hombre no viviera para siempre. Pero supongamos que esa felicidad infinita está
realmente ahí, esperándonos. Supongamos que sí pudiéramos alcanzar esa felicidad.
En ese caso sería una lástima darnos cuenta demasiado tarde, un momento después
de la muerte, que por culpa de nuestro supuesto “sentido común” hemos reprimido
en nosotros la posibilidad de disfrutarla.
Según lo veo yo, los hombres nacemos con deseos y
creo que existe la posibilidad de que los podamos satisfacer. Un bebe tiene
hambre al nacer: bien, existe la comida. Un hombre siente deseo sexual: bien,
existe algo llamado sexo. De ahí la frase de Lewis: “Si encuentro en mí mismo
un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable
es que fui hecho para otro mundo”.
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