¡¡¡Buenos días!!!
Llevo unos días pensando si merece la pena escribir
sobre lo que voy a deciros en los próximos días, y es que lo común en los que
leen estas cuatro letras por las mañanas es que prefieran hacerlo sobre cosas prácticas
y no sobre pensamientos y reflexiones un poco más profundos.
De lo que se trata es de decidir si se quiere
pensar en lo que significa la vida y estar vivo, si es así, es mejor que
queramos tener las ideas más claras y exactas que podamos. No somos niños. ¿Por
qué entonces os debería tratar como a niños?
De alguna manera entiendo por qué muchas personas
sienten rechazo a tratar estos temas y por eso quiero hacer hoy una reflexión
que nos debería de servir para los próximos días.
Seguro que alguna vez nos habremos sentado en la
playa mirando el mar, habremos sentido las olas en nuestros pies y la suave
brisa en nuestro rostro, y esto está muy bien, es real lo estamos sintiendo en
ese momento, y cuando tengamos un mapa del Mediterráneo en nuestras manos lo
vamos a despreciar pues nos va a costar pasar de las olas reales a un trozo de
papel pintado de azul. Y aquí viene mi argumento.
Está claro que un mapa es solo un trozo de papel,
pero hay dos cosas acerca del mapa que hay que considerar. Para empezar, está
basado en lo que miles de personas han averiguado navegando por el auténtico
Mediterráneo. O sea, que tiene detrás una gran experiencia tan real como la que
puedo tener desde la playa; solo que, mientras que mi experiencia sería única y
aislada, el mapa hace que todas esas experiencias diferentes se concentren en
él. También, si quisiéramos ir a Ibiza, el mapa es absolutamente necesario. Si
nos contentamos con nuestros paseos por la playa, nuestra sensación del mar es
mucho mejor que contemplar el mapa. Pero el mapa es más útil que la playa si
quiero llegar a algún lugar.
Con esto lo quiero decir es que todo lo que hay
escrito sobre la vida y su sentido es como ese mapa.
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