¡¡¡Buenos días!!!
Y, es que como decía ayer, si resulta que ninguno
de los placeres que puedo alcanzar me satisfacen por completo, eso no demuestra
que mi vida sea un fraude. ¿Y si esos placeres nunca estuvieron destinados a
satisfacernos por completo, sino solo a excitarnos, a sugerirnos lo realmente
auténtico?
Si esto fuera así, no creéis que debo andar con
cuidado, por un lado, a no despreciar nunca, o desagradecer, estos placeres
terrenales, y por otro, no confundirlos con aquello otro de lo cual estos son
una especie de anuncio. Debería mantener vivo en mí mismo el deseo de alcanzar
ese lugar, lugar que no encontraré hasta después de mi muerte; y es que jamás
debo apartarme de ese objetivo; debo hacer que el principal objetivo de mi vida
sea seguir esa dirección que me lleve a ese lugar y ayudar a los demás a hacer
lo mismo.
No hay que preocuparse de los graciosos que
ridiculizan la idea del “Cielo” cristiano diciendo que no quieren “pasarse el
resto de la eternidad entre coros de Ángeles”. La respuesta es que si no pueden
entender los libros escritos para personas mayores no deberían hablar de ellos.
Todo lo que encontramos en las Escrituras (arpas, coronas, oro, etc.) es, por
supuesto, un intento meramente simbólico de expresar lo inexpresable.
Veamos, los instrumentos musicales se mencionan
porque resulta que, para muchas personas, no para todas, la música es lo que
nos da más fuerza y nos sugiere el éxtasis y lo infinito. El oro se menciona
para sugerir la intemporalidad del Cielo (el oro no se oxida) y su preciosidad.
Las personas que toman estos símbolos literalmente
bien pueden creer, por ejemplo, que cuando Cristo nos dijo que fuéramos como
palomas quería decir de debíamos poner huevos.
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