¡¡¡Buenos días!!!
Voy
a continuar escribiendo sobre la libertad, sé que para muchos es casi una
obviedad y que no es necesario definirla pues la reconocemos, tenemos
experiencia de haberla utilizado. Sin embargo, para que pueda existir realmente
hace falta que se mueva por la vida de las personas, que constituya la base de
sus relaciones, que se valore como uno de los más preciosos dones que tenemos.
Hacen
falta personas que la conozcan, que la hayan disfrutado. Tenemos a nuestros
legisladores y a los que se encargan de hacer respetar las leyes, y tienen sin
duda una gran responsabilidad. Tienen la tarea de escuchar y ver la realidad,
de asegurar que haya espacio para todos, de respetar las diferencias, de
favorecer una respuesta plural a las necesidades, de permitir que todos tengan
derecho a la vida, a la educación y al trabajo. Muy bien, ¿Pero hay algo que nosotros, que no somos
políticos ni legisladores ni fuerzas del orden, podamos hacer para que la
libertad se afirme y siga viva?
Algo podemos hacer, debemos utilizarla y
convertirnos en simples testigos de ella. Hay una frase de Luigi Giussani que
me viene bien ahora: “la palabra que define la grandeza humana ante la realidad
entera es la palabra libertad”. Para entenderla bien hay que entender la
libertad como el deseo de ir en busca de una felicidad, de una satisfacción que
sea completa y que se pueda disfrutar. Es esa satisfacción lo que no debemos
dejar de buscar, nadie deberá separarnos de ese deseo.
Hay hombres y mujeres que sí que saben qué es la
libertad. Lo podemos ver en los ucranianos que salen a la calle para
defenderla, como las mujeres de Irán que se oponen a la represión y la
injusticia, pero no nos debemos de olvidar de los enfermos que nos muestran con
su alegría que se puede ser libre hasta en una silla de ruedas. Son esas
personas que en la sencillez de su vida cotidiana saben mirarte con la libertad
de quien no pretende nada, pero te quiere, y si puede te acompaña en tu
necesidad. Esa es la libertad que acontece como experiencia y que vale la pena
seguir. Estas experiencias custodian el bien de la libertad para que no se
pierda su sabor y se pueda construir a partir de ella.
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