“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Jueves 24 de septiembre de
2020, todo el día en Santiago de Compostela y tan solo tres kilómetros con la
bicicleta para llevarla a correos, un día de despedidas.
Ya sé que mi bicicleta no
puede tener sentimientos, lo sé, pero debería de tenerlos. Porque pasamos
momentos buenos y momentos de duras fatigas. Porque nos ayudamos y nos sentimos
libres circulando por las carreteras. Porque me ha llevado en este viaje
durante 1551 kilómetros. Porque vamos a separarnos después de 28 días y no me
siento bien. Porque no sé cuándo la volveré a ver, y me preocupa.
Hay despedidas difíciles. Pues
verla desmontada y metida en una caja me entristece, me hace pensar que tal vez
se merecía volver a casa empujada por mis piernas. Pero no puede ser esta vez,
y tenía que llegar la hora de decir adiós, y volvernos a ver dentro de unos
días.
Se quedan tantos recuerdos de experiencias compartidas. Diálogos, si algunas veces le he hablado y tal vez discutimos en alguna ocasión, cuantos esfuerzos en común, momentos de dificultad, ayudas, proyectos que nos empujaban hacia nuevas metas. Todo esto no se puede compartir con un pedazo de metal.
El viaje debe terminar cuando
ambos estemos en Pego. Y entonces, nuestra vida seguirá su camino. No termina nuestra
relación, continuará durante todo el tiempo que me sea posible. Lo importante
es ver lo bueno que hemos compartido durante tantos años para que siga marcando
el presente y el futuro.
Este adiós deja abiertas
muchas posibilidades en el reencuentro, muchos detalles que retocar: cambiar la
cinta del manillar que se rasgó, equilibrar las ruedas, ajustar el cambio,
revisar y tal vez cambiar las pastillas del freno y, empezar a preparar nuevos
proyectos juntos.
Espero que este sea un viaje
más, y que dentro de unos meses cuando vuelva del Camino de Santiago nuestro
siguiente proyecto sea, otra vez el proyecto de nuestra vida.
Nos tenemos que separar. Una última
mirada y comienza la separación. La dejo con pena, pero también con la certeza
de que lo bueno que hemos compartido mantendrá su fuerza ahora y en el futuro…
Ya solo quedaba comprar un
billete de tren, pasar la tarde visitando Santiago y se podría decir que este
viaje, casi, había llegado a su fin.
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